lunes, 14 de diciembre de 2015

José Carlos Somoza, un autor camaleónico

Me encanta descubrir nuevos autores. 

Perdonen, empecemos por el principio. Me encanta leer. Por desgracia, apenas tengo tiempo para hacerlo. Al menos no con el ritmo y en la cantidad que yo desearía, ni tampoco los géneros que son mis predilectos. Aunque, en realidad, lo que lea es lo de menos. El caso es leer, y eso me falta. 

Por eso, en cuanto atisbo un resquicio de *ocio*, ese gran desconocido, me agarro al libro que tengo en la mesilla y desaparezco. Sin hambre, sin sueño, sin cansancio. Alguna vez recientemente, para mi desgracia, me ha vencido el sueño, pero más por el exceso de negotium que por falta de calidad literaria. 

Pero me disperso. También me gusta escribir y tampoco tengo tiempo. El caso es que en el último mes, además de alguna que otra cosilla para mis pequeños padawans, he tenido la suerte de poder leer dos novelas que me han descubierto a un nuevo autor a quien, además, da gusto hablar. Coincidimos en la CylCon (Convención de Castilla y León de literatura fantástica, terror, ciencia ficción, etc.), que se celebró en Valladolid el fin de semana del 7 de noviembre, y nos trajimos para casa su última y más reciente publicación, Croatoan, y una novela que voy a regalar a uno de mis más mejores amigos y a la que nos enganchamos hace meses, cuando se publicó: La cuarta señal

Somoza es un autor polifacético y camaleónico. Demuestra su grandeza y su cultura en pequeñas dosis, en comentarios casi futiles que muestran su rostro como un destello fugaz en la noche y que se esconden después en tramas complejas y cuidadosamente elaboradas que convierten estas novelas en algo peligrosamente verosímil. Y es que si algún rasgo he encontrado en común entre las dos obras es esa credibilidad que debo otorgar a sus tramas. La capacidad del autor para generar un universo plausible, aun teniendo presente que su marco espacio-temporal y narrativo dista mucho de nuestra situación actual (si bien podría perfectamente darse). 

En el fondo, lo que esa capacidad esconde es una constante literaria y cultural que nadie puede negar: en realidad, no escribimos historias, sino que hablamos del hombre. De una humanidad de la que todos formamos parte y que habita en nuestro interior, en nuestra mente. Los libros somos nosotros. Y sospecho que la creación de un autor como Somoza, que en su currículum oculta conocimientos profundos de la psique humana, es deudora de dicha formación y a ella en gran medida se deben esas plausibles consecuencias. 

Distintas, sorprendentes, dos novelas que comparten autor y ese miedo a lo posible. Y un cambio. Interno y externo. Porque nunca puedes quedarte igual. La historia es, al mismo tiempo, lineal y cíclica, y el final es uno y muchos y ninguno. Pero, sin duda, algunos son, por creíbles, más terroríficos que otros. 

Croatoan es uno. La cuarta señal, otro. Quizá no sean más que una pantalla de humo con volutas de ficción. O tal vez no. Leed y descubridlo. 

S. 

jueves, 3 de diciembre de 2015

Trabajando

Trabajando

Cruje el asfalto bajo mis zapatos
Rotos, los semáforos son luces
Que apagan mi sombra y el sonido
Del silencio agota mis oídos.
No recuerdo el vago y ausente
Nombre nacido de un suspiro
Que ocupó mi mente,
Mi vacío, la noche.
Aletean alocadas las airadas alas
De una paloma de la paz
Ensangrentada y harta de luchar.
Sufren y lloran y callan y matan
Y vuelan lejos, lejos de mí.
Vomito versos vacíos de rima,
Bacante infame privada de dios,
Ni salta ni danza ni baila
Ni camina sobre cristales ya,
Ni Casandra ni Clío ni Erato,

Silencio en el corazón. 

S.

martes, 3 de noviembre de 2015

La peli de la semana: Hotel Transylvania 2. Una peli para ¿niños?

Antes de que se me empiecen a acumular las películas y mi escasa fuerza de voluntad se vea sobrepasada por el trabajo (que en un ratín nos volvemos a ir al cine), me gustaría contaros mi opinión de la peli de la semana pasada. La del cine, Hotel Transylvania 2, que en casa vimos Hellboy (las dos, también), pero esa me la reservo. 

En su día, hace tiempo, vi la primera parte de la saga y me gustó, pero me pareció quizás un poco sencillota. Además, tengo un poco de trauma con las películas en las que cantan, así que se me quedó un poco en el limbo. No obstante, me pareció una película infantil bastante entretenida, y andando el tiempo la revisité con mi chico hace no mucho. 

Esa vez también nos gustó, y nos hizo especial gracia el trailer cinematográfico de la segunda parte, con ese "voooooolará" que, por desgracia, han modificado en la versión definitiva. 


La semana pasada, aun a riesgo de encontrarnos una avalancha de infantes en las salas del cine (que no vivimos), nos dimos el salto a verla, y no nos defraudó. A pesar de las canciones, que no eran demasiadas, la película estuvo entretenida, graciosa y se hizo ligera, tres buenas cualidades que debe tener una película cuyo fin sea entretener a las generaciones más jóvenes. 

Sin embargo, me sucede como con las últimas películas de Pixar, o de Dreamworks. Pienso, especialmente, en Shrek. No cabe duda de que el público mayoritario al que van dirigidas son los niños, pero, aun así, hay muchos elementos de la trama que dudo mucho que comprendan. Todo eso me lleva a plantearme si realmente ese público target son los niños, o más bien los padres que los acompañan. 

Conflictos como la herencia, la perduración del apellido, de la familia y de la sangre, la educación de los hijos (y de los nietos), el vivir lejos, la separación de unos abuelos (o de los otros)... Son cuestiones y problemáticas que atañen a un rango de edad mucho mayor que el de esos niños, y con mucho a una etapa vital diferente. Lo cual me lleva también a pensar que quizá el problema sea el ojo del que mira. Que ya no soy una niña, vamos. Aunque eso tampoco es nada nuevo. 

En cualquier caso, me encantaría poder comentar la película con algún niño, o con algún adolescente, y ver cuál es su opinión y su juicio de este Hotel Transylvania 2, que para mí, además de divertida y entrañable, presenta una profunda reflexión sobre la paternidad, que no me ha sido nada gratuita. 

La próxima, Vin Diesel cazando brujas <3

S. 

jueves, 22 de octubre de 2015

La peli de la semana: Marte (The Martian)

Este fin de semana, recién estrenadita, hemos ido al cine a ver Marte (The Martian), la adaptación cinematográfica de la novela de Andy Weir titulada El marciano. En los últimos meses estoy incumpliendo una de mis fundamentales premisas culturales: no ver una película basada en un libro antes de leerlo, pero es que (todavía) me resulta difícil sacar tiempo para el ocio. Ahora, de hecho, se lo estoy robando a Dante y a Petrarca. Espero que no me manden a un infierno demasiado feo. 

Como el cine es uno de nuestros pocos vicios, y además nos gusta disfrutarlo por todo lo alto, hemos optado por la versión ATMOS en sala vip y con sonido envolvente y un montón de prestaciones técnicas más que convierten la experiencia en algo altamente recomendable a nivel visual y auditivo, si bien es cierto que esta vez no me di ni cuenta. 

No voy a reseñaros la película, para eso os remito a la opinión que Sergi Viciana vierte en Fantífica y que podéis leer aquí. Ya hace mucho que no reseño libros, y nunca me he visto capacitada para reseñar cine, porque del séptimo arte lo desconozco prácticamente todo. Me apetecía, no obstante, compartir mi opinión sobre la película, mis sensaciones y, en definitiva, mi juicio. 

Vaya por delante que al cine voy a entretenerme. Hay películas que son mero entretenimiento (aunque después puedan sorprendernos con un trasfondo más profundo, o no) y otras que están concebidas como un producto de la meditación, la autorreflexión o la crítica.

De esta película no me he llevado el recuerdo extasiado que aún conservo de Interstellar, aunque los detalles se hayan ya diluido, pero sí la sensación agobiante de pasar todo su metraje en tensión. La mezcla de elementos trágicos y de tensión narrativa con momentos cómicos creo que encaja bien; pienso, de hecho, que esos incisos cómicos del personaje protagonista no son tan gratuitos como aparentan: más que hacernos reír y diluir la tensión, emplean un tono cómico para subrayar la crudeza de su situación y remarcar lo amargo de toda la cinta.

Me ha gustado. Me ha gustado mucho. Mención especial, por supuesto, al momento 'Concilio de Elrond'. Adoro la intertextualidad. Y confieso que la emoción que me llevé del cine fue la angustia. La angustia vital y el miedo por el desenlace de una película que me mantuvo pegada a la butaca desde el comienzo hasta el final. Quizá soy demasiado impresionable, puede ser. Pero soy una niña de Disney, así que las quejas a él.

La próxima, "Voooolará". :)

S.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Curso 14/15: mi calendario de oposición.

Hola de nuevo a los opositores.

Ya estamos en septiembre, nuevo curso escolar. Siempre he mantenido, y mis biorritmos me lo confirman, que mi calendario vital se rige por la vida escolar. Desde que era pequeña he estado vinculada al mundo de la escuela, primero como alumna, después como becaria y doctoranda, y por último como profesora. Por eso, mi  “año nuevo, vida nueva” empieza el 1 de septiembre. Eso significa que, de cara a las oposiciones, es también el momento de empezar.

La clave del éxito, como en todo en la vida, es la organización. Conviene saber siempre muy bien qué se está haciendo, por qué y, sobre todo, cómo se va a hacer. Eso significa que, para lograr eficacia y un rendimiento positivo, este es el momento de organizar y planificar el curso que viene para que, cuando llegue junio, no tengamos que lamentar habernos organizado malamente.

Lo primero que hay que recordar son algunas cuestiones clave y, por otro lado, si lo pensáis, bastante evidentes. Por norma general, a la hora de estudiar hay varios pasos a seguir: lectura, comprensión, subrayado, esquema y, por último, memorización. Este último paso, la memorización, no implica el aprendizaje de memoria y como un loro sin entender. Siempre tenemos que saber qué estamos estudiando, y debemos ser capaces de explicarlo con nuestras propias palabras, pero es cierto –y lo he visto en varios blogs de preparación de oposiciones, y lo he experimentado en mis propias carnes- que cuando se llega al examen no se tiene tiempo de ponerse a pensar y plantearse cómo se va a redactar el tema, sino que se debe tener todo tan interiorizado que casi salga solo. Por eso, en parte, creo que sí hay que memorizar. No sé si memorizar hasta el punto de saberse de memoria puntos y comas, pero tal vez sí saber muy claramente qué se va a decir y en qué orden y, después, “improvisar”. Y lo escribo bien entre comillas, porque no será una improvisación ex nihilo, sino sobre un intenso trabajo previo.

En cualquier caso, la fase de memorización no puede (o no debe) hacerse lo primero. Para cuando lleguen junio y el examen, la información que quedará en la mente será escasa y poco fundamentada. Os voy a contar cuál fue mi organización, por si os sirve de orientación o guía, aunque después seáis vosotros quienes establezcáis vuestro propio plan de trabajo. Para ello hay que conocerse muy bien; yo sé que estudio mejor bajo presión, sé que quería tener el último mes íntegramente libre para estudiar, con todo lo demás cerrado y terminado, así que así me organicé:

1. Antes de Navidad: lectura de temas. Comencé por el tema 1 para sentar una base amplia, y me leí y subrayé todos los temas hasta el 14 (yo a estas alturas compatibilizaba con trabajo, tesis y casa, supongo que como muchos de vosotros, que tengáis también vuestras labores). De estos temas, fui seleccionando los que más me convencían, los que más fáciles me parecían y los que creía que sería capaz de defender con mayor soltura en un examen. Esos los resumí y los dejé preparados para la fase final. Yo, en este nivel, subrayo sobre el tema, pero después resumo a mano, porque me ayuda a quedarme con información. Para cuando llegué al 14, los temas de sintaxis me parecieron más complejos sin tener una base teórica bibliográfica previa (yo soy de Clásicas, y he estudiado la carrera de Teoría de la literatura, pero no Hispánicas, así que la sintaxis latina, de lo que daba clases, bien, pero la española…), por lo que opté por dar un salto temático y seguir preparando temas, pero esta vez ya a mi elección.

2. Post Navidad: el salto me llevó a los temas de géneros literarios. He hablado ya enotra entrada sobre cuántos temas y cuáles me estudié. Elegid siempre los que mejor se os den. Pensad previamente dos cosas: si hay alguno que os sabéis super bien, dejadlo para el final. Imaginad que sois expertas en El Quijote. Para ese tema lo único que os va a hacer falta será un repaso general y un esquema orientado al examen (de cómo hacer un examen para oposición, con un nivel adecuado, hablaremos más adelante). Por eso es preferible dejarlo para el final. No os va a quitar tiempo de estudio, y sí os servirá para trabajar en algo diferente en momentos de repaso. Yo me dediqué a los temas de géneros y los trabajé como los anteriores. Después opté por saltar a los del texto como unidad comunicativa y sus rasgos y a las tipologías textuales, que podría aprovechar para el comentario de texto. En este momento, además, empecé a leer obras de literatura (aunque no estudié temas hasta final de curso), empezando por la edad media: Sendebar, Libro de Apolonio, Libro de Alexandre, Berceo, etc. Leer obras, junto con sus introducciones críticas, te da una base de datos básica (la información con la que te quedas de esa lectura) y, lo que es más importante, una opinión de primera mano de la obra. Yo ahora podría hablar del Sendebar aun sin haber estudiado teoría sobre él, sobre los temas, estructuras y opinión, por habérmelo leído. No puedo citar a ningún autor más que a la editora y redactora de la introducción (y no es poco), pero sí hablar con pasión del episodio del marido, la esposa y el loro, que me pareció fantástico. Leed, no busquéis opiniones de autores sobre obras, id a las obras.

3. Semana Santa: llegado este punto, ya habían salido las convocatorias de oposición y sabíamos en qué iba a consistir el examen y la fase práctica. No teníamos los criterios de evaluación (que salieron en junio), pero sí los requisitos técnicos que debían cumplir la Programación Didáctica y las Unidades. Por eso, para dejarlo hecho, me puse con la Programación. Según había ido estudiando, ya me había planteado cómo quería que fuese mi Programación. La clave es la organización de los contenidos y las unidades, con los criterios de evaluación y la metodología. Todo eso lo tenía más o menos esbozado mentalmente, así que me puse una semana de curro intensivo en vacaciones y lo dejé todo casi terminado. Me faltaron un par de detallitos, que ultimé en las semanas siguientes, pero en abril yo ya tenía la programación cerrada y un montón de temas resumidos.

4. Post Semana Santa: después, ya en fechas cercanas al examen, pasé los temas que tenía a mano a ordenador, a modo de repaso, y me puse a estudiar. Con la PD cerrada, solo me quedaba estudiar los temas que ya tenía (unos 20) y, cuando los fui terminando, ampliar. Elegí los temas de literatura y fui añadiendo contenidos a lo que ya había estudiado. Todos los días repasaba los temas anteriores, cada día uno o dos, los decía en voz alta y me estudiaba otro más. Iba a tema por tarde o mañana, así que acabé bastante pronto y pude ampliar con unos cuantos temas más (y menos mal, porque todos los temas que salieron del bingo eran de los que no había estudiado a priori, salvo dos, que fueron de los últimos que añadí y que salieron seguidos: 44 y 45).

En junio repasé la programación, ultimé algunos detalles pequeños y lo dejé todo preparado. Me dediqué a repasar, a estudiar y a leer temas nuevos. Me fui leyendo los temas de literatura para tener una idea general y preparé esquemas, por si acaso. Ya ni resumía ni estudiaba, solamente leía y relacionaba. Tenía una base muy amplia que ir completando, y eso era enriquecedor y me mantenía activa.

Ya en la oposición, tuvimos el tema por la mañana y, entre tema y práctico, descansé, comí y me relajé, pero también me leí las características de las corrientes del siglo XX y algunas de siglos anteriores (en mis lecturas de junio de los temas había llegado hasta el Romanticismo), siempre de cara al comentario, que ya no es lo mismo que un examen teórico. Y nos tocó Góngora.
Clave: no toqué las unidades didácticas hasta pasada la lectura. Ahora bien, sabía cómo las iba a organizar y preparar, al menos el esquema teórico (Introducción, contextualización, contenidos, etc.), y lo gordo lo había hecho ya en la programación, así que no me preocupaban demasiado. Además, hecha una, hechas todas, como veréis en cuanto os las mande. Pero tan pronto pasó el examen, como había salido bastante contenta, me puse a redactar la parte ‘técnica’ de las unidades. La nota tardó en salir, pero desde que salió hasta que nos convocaron para la defensa, que fueron como cuatro días, centré todo mi esfuerzo en terminar esa parte técnica y en preparar el material. No solo llevé preparadas las unidades en su estructura, sino que además, como me daba tiempo, busqué todos los materiales (de todas, menos de dos. Salen tres unidades a elegir una para defender, así que podía dejar dos sin hacer, y no me dio tiempo a más). Quería que, al decir: “Haremos un ejercicio de práctica ortográfica”, el tribunal pudiera ver físicamente ese ejercicio, así que preparé un ejemplo de todo lo que fuese a contar. Fue un esfuerzo ímprobo, pero a ellos les encantó. La temática les había gustado, pero ver el material directamente es muy enriquecedor, la verdad sea dicha. A eso hay que añadir un guión de defensa (que también os mandaré) de la programación que redacté previamente.

Cuando llegué a la encerrona, la dividí en dos: la primera media hora la dediqué a la programación: repasar mi guión, que ya me sabía (por ir en orden, ya os hablaré de ello), y preparar el material que les iba a enseñar en orden (para nada, porque en la programación no se da material, solo en la unidad; pero lo aproveché después); la segunda media hora la dediqué a la unidad que había elegido: preparé un esquema análogo al de la programación y ordené todos los materiales, tanto los de la unidad como los de otras unidades que estuviesen relacionados. Y después me tocó defender.

El resto ya es historia. La defensa fue genial, la nota fue genial y luego todo vino rodado. Me habría gustado poder lucirme más en la primera parte, pero estuve al final la 38 en la lista final de plazas, así que estoy muy contenta con los resultados. Creo que la organización es una parte fundamental del éxito, clave para no perderse en detalles y para que no se nos escapen los meses. Si necesitáis ayuda para vuestro planning, no dudéis en escribirme. Y si queréis material, lo mismo. Tenéis mi email en el apartado de contacto y para eso estamos.

Ánimo en el curso que llega y suerte en el proceso J


S. 

jueves, 27 de agosto de 2015

El Canon universal, una polémica literaria que viene de lejos

He intentado enfrentarme directamente a su grandeza: preguntar qué convierte al autor y las obras en canónicos. La respuesta, en casi todos los casos, ha resultado ser la extrañeza, una forma de originalidad que o bien no puede ser asimilada o bien nos asimila de tal modo que dejamos de verla como extraña. Harold Bloom, El canon occidental, 1995.

Define el DRAE 'canon' como "Regla o precepto" (1) o como "Catálogo o lista" (2) en sus dos primeras acepciones, aunque en las siguientes entran ya conceptos como 'perfección' o 'tipo ideal'. Pero a quien no le suene la cuestión del canon, de seguro habrá escuchado hablar de 'los clásicos'. A su definición según el DRAE se le adscriben conceptos análogos: 'plenitud', 'modelo digno de imitación', 'de tradición culta'. Estas obras vienen a ser, en román paladín, aquellas de las que la historia ha hecho un ejemplo, un podio literario en el que mirar y verse reflejado, aquellas de las que se vanaglorian las naciones, aquellas que admiran los lectores, escritores y críticos y, por lo general, aquellas que la mayoría del público afirma tener en casa y haber leído, cuando no ha pasado ni de las solapas. 

Le pese a quien le pese, no existe un canon universalmente aceptado de libros que formen el top ten de la literatura. La tradición nos ha legado títulos de clásicos que (casi) todo el mundo acepta, pero no son los mismos en todos los países ni en todas las lenguas, y no han sido tampoco idénticos en todas las épocas. No obstante, no han faltado intentos de esbozar un proyecto de 'canon universal' que abarcase las obras más importantes para la humanidad desde los albores de las letras. 

Y eso nos lleva al siguiente paso: hablar de 'canon' en literatura supone, indefectiblemente, hablar de Harold Bloom. Tantos son los intentos de canon que quizá su proliferación haya minimizado su impacto, pero no sucede eso con el propuesto por Harold Bloom. Este crítico y teórico estadounidense, famoso en el mundo académico por sus polémicas y propuestas, publicó en 1994 El canon occidental, obra que generó una inmensa polémica por la finalidad perseguida.

"Este libro estudia a veintiséis escritores, necesariamente con cierta nostalgia, puesto que pretendo aislar las cualidades que convierten a estos autores en canónicos, es decir, en autoridades en nuestra cultura" (Anagrama, p. 11).

Si tuvierais que establecer una lista de autores fundamentales en la historia de la literatura -de toda la literatura-, ¿cuáles serían?, ¿qué criterios seguiríais para ello?, ¿escogeríais autores y obra completa o solo títulos escogidos? Decía Bloom que su selección no es arbitraria, sino que se trata de autores escogidos "tanto por su sublimidad como por su naturaleza representativa", los "escritores occidentales más importantes desde Dante": Shakespeare, Dante, Samuel Johnson, Goethe, Wordsworth, Cervantes, Chaucer, Joyce, Montaigne, Molière, Milton, Jane Austen, Walt Withman, Emily Dickinson, Charles Dickens, Eliot, Tolstoi, Ibsen, Freud, Proust, Virginia Woolf, Kafka, Neruda, Borges, Pessoa y Beckett.

Mis alarmas al leer la lista de autores saltaron como un resorte. Debe de ser deformación profesional, pero no ver ahí a Homero ni a Virgilio despertó un tick en mi ojo derecho. ¿Nada antes de Dante? ¿En serio? Eh, hay dos mujeres, menos mal. Pero ¿en serio que nada antes de Dante? Oh, man... (hasta acento sureño se me pone). 

Esperad, que después lo explica: "debemos recordarnos que Shakespeare, que desconfiaba de la filosofía, es mucho más importante para la cultura occidental que Platón y Aristóteles, Kant y Hegel, Heidegger y Wittgenstein" (p. 20). Después de esto, el tick saltó de mi ojo, cogió un cuchillo y pedernal y se puso a afilarlo. Me costó calmarlo tres días y una docena de odas de Horacio. 

Mi intención era llegar a hablaros de otro artículo, de otro autor, pero es que Bloom me solivianta, perdonad a esta filóloga ofuscada. Es por cosas como estas por las que, cuando pienso en el canon, prefiero acordarme de Carlos García Gual. Este adorable anciano, filólogo clásico, que encandila a las audiencias con sus conferencias y a quien tanto debe el mundo grecolatino gracias a su labor divulgativa, pronunció en 1998 una conferencia titulada "El viaje sobre el tiempo o la lectura de los clásicos" (que os dejo aquí y os recomiendo encarecidamente leer). 

Su definición de 'clásico', además de sencilla, es bien acertada: 

"Lo que ha consagrado y define como clásicos a unos determinados textos y autores, es la lectura reiterada, fervorosa y permanente de los mismos a lo largo de tiempos y generaciones". 

No es el único autor que opina así, que defiende que los clásicos son los libros de la relectura. Libros para volver una y otra vez, para reinterpretarlos y releerlos y descubrir cosas nuevas con el paso del tiempo, aun con toda la dificultad que entraña, en sus palabras, "meternos en la piel de los difuntos". 

Es muy relevante aquí mencionar la división que García Gual esboza, "una distinción sencilla entre los clásicos universales (aunque queda bien entendido que 'universales' quiere decir los de nuestra civilización occidental) y los nacionales (en los que el uso del propio idioma resulta un rasgo decisivo para su valoración). (...) Y quizás podemos abrir una tercera lista, ya del todo subjetiva, de los clásicos que calificaríamos de 'personales', es decir, aquellos textos que uno aprecia singularmente".  

Como ya os decía anteriormente, no existe un canon que todo el mundo acepte, ni una lista que separe las mejores obras de la literatura universal de aquellas que pasarán sin pena ni gloria. El tiempo es un buen juez, pero también es voluble, y obras que en su tiempo fueron condenadas y denostadas serían después encumbradas hasta las más altas cimas estéticas. Sabed, sin embargo, que cada uno de nosotros tenemos un canon personal. Es la recopilación de vuestros clásicos, de vuestras lecturas, las que os han marcado y a las que volvéis una y otra vez (si es que sois de esos). 

Eso es lo que conforma vuestro bagaje literario y es tan válido y digno como cualquier lista de 'Éxitos del verano', 'Las mejores obras de la literatura española' o los 'Clásicos imprescindibles'. Algún día os contaré cuáles son los míos, y tal vez también por qué, pero os animo a pensar en los vuestros. Eso también os hablará de vosotros y os ayudará a reflexionar, sobre la vida, sobre el pasado, el presente y el futuro, pues, como dice García Gual, la lectura forma "ese legado estético y ético que nos educa como seres críticos y libres". Y saber qué leemos supone saber más del mundo. Del exterior y del nuestro. 

S.

lunes, 17 de agosto de 2015

¿Lees o relees?

Solo emitió un seco carraspeo antes de apartar la taza en la mesa, lo más lejos que le permitían sus manos nudosas. 

—Esto es agua sucia. Dame café de verdad. 

—No puedes tomarlo, la cafeína...

—¿Por qué crees que, no haciendo caso a mi médico, habría de hacértelo a ti?

Obvié una sonrisa y me dispuse a preparar otra jarra de café. Del de verdad. Miraba por la ventana en silencio mientras yo trabajaba, envuelto en su chaqueta de lana gruesa para protegerse de la nieve y del frío. La pregunta aún flotaba en el aire, pero sabía que debía aguardar. La paciencia era la clave con la mayoría de las personas: si les dabas el tiempo necesario, te contarían lo que quisieran. El resto ya llegaría después. 

Cuando hube dejado en la mesa las dos tazas llenas hasta arriba y un pequeño jarro de cerámica de cuello ancho lleno de azúcar y una cucharilla de plata, me miró. 

—Me preguntas si yo leo o releo. ¿Acaso hay alguna diferencia? ¿Eso importa?

Me encogí de hombros. 

—Hay quien dice que eso define a la persona. Que los que leen una vez y pasan de largo son gente apresurada, ambiciosa, poco detallista, mientras aquellos que vuelven con el tiempo a los libros leídos son, más bien, cuidadosos y perserverantes. 

—¿Tú compartes esa creencia?

—También he escuchado la contraria. Hay demasiado idiota suelto hoy en día. 

Él rió, aunque sus carcajadas se convirtieron pronto en tos, y en un nuevo carraspeo. Tomó un largo sorbo del café, que paladeó antes de continuar. 

—Cuando era joven, cuando tenía toda la vida  por delante y me creía inmortal y eterno por la falta de obligaciones, leía una y otra vez los mismos libros. Los del maestro. El resto los cambiaba e iba avanzando. Ahora historia, ahora terror, ahora más fantasía, ahora misterio. Pero todos los años, cada pocos meses, releía a Tolkien. Sobre todo la trilogía, pero a veces algunas otras de sus obras. Periodo estival, la navidad, la semana santa. Los releía una y otra vez, disfrutando de cada página, de cada texto. Era casi un mantra para mí. 

»Después, cuando pasó el tiempo, lo tuve que espaciar. Las horas libres cada vez eran menos y los libros nuevos, más. Llegó un momento en que ya no pude siquiera elegir. La lectura fue un vicio del que hube de prescindir, aunque rezaba por que llegase el momento en que pudiera volver a perderme entre algunas páginas. 

Su mirada se dirigió a la estantería superpoblada que había a mi espalda. 

—Tengo libros que he leído solo una vez y sobre los que jamás quiero volver a posar la vista. Te diría que desearía no haberlos leído, pero de todo se aprende, hasta de lo malo. —Especialmente de lo malo, pensé—. Alguno de esos merecería una revisión, lo sé, y muchos otros los recuerdo con especial cariño, pero la vida es breve y la lectura nos roba arena, y la arena es oro, y no he podido encontrar el momento adecuado para ello. Pero otros... Otros los he revisitado con adoración, con miedo por lo que estaba por venir, con alegría o con un sentimiento agridulce, pues en mi mente estaba lo leído. 

»Leer por segunda vez un libro, o por tercera, o por cuarta, supone que ya nunca irás a él con la mente blanca, pura. Sabrás qué está por suceder, quién sobrevivirá, quién no, cuál será la clave del misterio y quién el asesino. A veces, no obstante, el valor no reside en el qué sucede sino en el cómo se llega hasta ello. El camino a Ítaca, que decía Kavafis. Que esté lleno de aventuras y todo eso. —Movió la mano en el aire, como despachándolo, al tiempo que terminaba su café. 

—Así pues, yo leo y releo. Pero ¿qué te dice eso de mí? Esa respuesta os la dejo a los jóvenes. Tenéis la terrible manía de querer etiquetar y clasificar todas las cosas, a las personas y los comportamientos. Y yo solo soy un viejo cascarrabias que bebe café cuando le dejan y se contenta con leer sus libros. 

—¿Los nuevos o los viejos? —pregunté con una sonrisa. 

Él me la devolvió. 

—No hay nada nuevo bajo el sol. 


S.
17/08/2015

domingo, 9 de agosto de 2015

Oposiciones: El temario (2ª Parte).

Aprovechando que agosto es mes de vacaciones para todo el mundo en el universo de las letras, vamos a continuar hablando de las oposiciones, porque también es el mes en el que conviene organizarnos el curso que comienza de cara a las próximas oposiciones a las que nos presentaremos. Probablemente la mayoría de cosas que yo os cuente os suenen, o incluso ya las habréis hecho: estas son las primeras etapas del recorrido y a poca gente le pillará de nuevas. En cualquier caso, tanto para aquellos que se preparen por primera vez como para quienes ya llevan alguna convocatoria más, siempre es bueno repasar y preguntarse cómo se va a hacer esta vez. 

Hoy quiero hablaros del temario. Me diréis: "Sí, el temario. ¿Qué pasa con él? El del 93, salvo que cambien. Ahí están los títulos de los temas que tenemos que estudiar y preparar, nada más". Efectivamente, si no hay cambios, el temario que se emplea en el acceso a la función docente es el del 93, que podéis descargar en el enlace (ojo: puede haber cambios entre comunidades, comprobad siempre cuál es el temario de la comunidad en la que os vais a presentar; nota: si cambiase la legislación, ver final). El temario incluye 72 temas (de los cuales, en la última convocatoria de CyL, sacaron 4 para elegir 1) de ámbitos como la literatura, la lingüística, la teoría literaria, etc. 

Lo primero que debéis hacer es familiarizaros con ese temario. No solo hay que saberse los contenidos, sino también qué es lo que se espera que sepáis como opositores de LCyL. Imprimidlo, leedlo, ver las divisiones, las relaciones entre los bloques, conoced ese temario como la palma de vuestra mano. 

¿Por qué?

1. Conocer el temario os ayudará en el desarrollo del tema. Por supuesto, una vez sepamos el temario habrá que estudiárselo y, después, rezando por que nos caiga un tema de los preparados, habrá que desarrollarlo en el examen. Pero en nuestro caso, por ejemplo, uno de los criterios de evaluación de CyL para el tema era "2. Justifica la importancia del tema y expone sus repercusiones en el currículum". Yo este año elegí para desarrollar la prosa medieval, y este punto lo desarrollé en la conclusión: subrayé el hecho de que solamente se da literatura medieval en 3º de ESO y 1º de Bachillerato, aunque es posible tratar el tema también en 2º de ESO porque se estudian los géneros literarios, y después planteé dos actividades adaptadas al nivel de cada uno de los tres cursos (esto nos va a llevar a otra entrada posterior: la importancia de conocer la ley). Pero no solo es importante para eso: también nos va a servir de mucho conocer ese temario, dentro del desarrollo del tema, para explicar por qué o por qué no incluimos x información en el tema que estamos desarrollando. Por ejemplo: en el tema 37 (Los géneros narrativos) podemos explicar que los géneros narrativos no ficcionales (periodísticos, historia, ensayo, etc.) se relegan al tema 40, donde tienen una mayor cabida. Eso demuestra que conocéis el temario, la materia, y que habéis tomado una decisión madurada a nivel científico. Yo en mi examen, además, según iba explicando cosas del tema, las iba también relacionando con el desarrollo paralelo de la lírica y el teatro, haciendo referencia a los temas correspondientes. 

2. Conocer el temario os ayudará a estudiar. Un punto clave a la hora de preparar la oposición es decidir qué se va a estudiar. Son 72 temas. ¿Vais a llevar todos? ¿Mejor solo una parte? ¿Temas sueltos? ¿Un bloque completo? Las alternativas son muchas y muy diferentes, y probablemente nadie pueda deciros qué es lo mejor. Bueno, lo mejor es llevar 69 (todos salvo 3), porque así nos aseguramos de que al menos uno de los que salga os lo sabréis. El problema de eso es el tiempo: cuando se trabaja, y suele ser lo más normal, un año no es suficiente para estudiárselos todos (aunque se pueda), sobre todo si se tiene en cuenta que hay otras partes que se deben preparar en la oposición (programación, práctica, etc.). Entonces, para decidir qué se va a estudiar, como os decía, conviene conocerse el temario y sus relaciones lógicas, pero también conocerse a uno mismo: ¿qué se te da mejor: literatura o lengua?, ¿eres especialista en una materia concreta?, ¿qué es lo que más te gusta? Mi intención inicial, cuando comencé a preparar el examen, era llevar lo más posible, pero llevarlo bien preparado. Debo deciros que soy licenciada en Filología Clásica y Teoría de la Literatura, no en Hispánicas, por lo que en la mayoría de temas iba bastante in albis. Quería haberme leído el temario antes de empezar, pero opté por ver los títulos y los esquemas de los temas y, sobre eso, decidir. 

2. a. He sido durante tres años profesora de lingüística y es una de mis materias favoritas, y además la sintaxis española se me da muy bien. Adoro analizar. Como necesitaba y quería tener una base amplia para no cometer errores en las cosas básicas, decidí comenzar a leer desde el tema uno. Tenía un temario prestado, así que allá por septiembre/octubre empecé a leer el tema 1 y a subrayar. Leía tema y lo subrayaba, y me preguntaba: ¿me parece fácil?, ¿creo que podré estudiarlo como para defenderlo?, ¿es un tema que me permitirá lucirme? Esta última pregunta, aunque no lo parezca, es importante. Cuando un tribunal pasa una semana escuchando exactamente las mismas cosas, lo diferente, aunque poco, importa. Así, fui leyendo, eligiendo y descartando, y quedándome con las cuestiones clave incluso de los temas que no pensaba desarrollar. ¿Por qué? Porque siempre podría emplearlas de forma indirecta en el desarrollo del tema, o del comentario, o de la defensa de la PD. Era la base. Leí y trabajé hasta el tema 14, el sintagma nominal. (¡Ojo! Ahí aún no había estudiado-memorizado nada; personalmente creo que es un error estudiar en octubre, porque en junio no te acuerdas. Es mucho más provechoso trabajar en octubre, resumir, subrayar, releerlo más adelante, y seguir avanzando temas; dejar todo preparado para que, después de semana santa, en torno a mayo, solo te quede estudiar. No preparar más temas, no subrayar, nada: solo sentarte y estudiar). Había elegido 1, 4, 6, 9, 10, 12 y 13. Algunos los había dejado como dudas, por si a final de curso quisiera volver y elegirlos para estudiar, pero esos son los únicos que resumí a mano y dejé aparte. 

2. b. Cuando llegué al sintagma nominal y verbal me di cuenta de que no tenía la base necesaria como para trabajar esos temas en condiciones. Sé muchísimo de lingüística latina, pero no manejo para nada la terminología que se utiliza en hispánicas, no controlo la bibliografía, los autores, ni tampoco los conceptos. Leí los temas, pero haciendo balance vi que el tiempo que iba a tener que dedicarles iba a ser superior al rendimiento que obtendría. Así que decidí hacer un paréntesis y dar un salto en el temario. 

2. c. Como os decía, he estudiado también Teoría de la literatura y literaturas comparadas. Una de nuestras asignaturas de 4º fue Géneros literarios, y en ella tuvimos que preparar un dossier de los géneros, leyendo bibliografía y preparando algo así como un manual propio de estudio de los géneros: introducción a la genología, narrativa, lírica y teatro. Algunos compañeros optaron por fusilar los dossieres de otros años, pero a mí los géneros son un tema que me apasiona, y opté por trillar la bibliografía y preparar mi propio dossier. Gran acierto, porque llegado este punto en mi proceso de preparación me dije: "Bien, tienes ahí un material fundamental para los géneros y cuatro temas de géneros en el temario. Aprovéchalo", así que me imprimí los dossieres, les di un poco de caña y salté al tema 36 y preparé hasta el 39. El 40 lo dejé: nunca he estudiado ensayo y, aunque me gusta leerlo, a nivel teórico no sé nada, y los géneros periodísticos tampoco son santo de mi devoción, así que lo dejé. 

2. d. Es fundamental saber qué sabemos. ¿Por qué? Para ahorrar tiempo. En el temario hay un tema de fuentes clásicas, el 41. Por un momento me planteé prepararlo en plan genial, pero después me di cuenta de que ese tiempo podía dedicarlo a preparar otros temas y en este improvisar a partir de un esquema (y sobre los esquemas ya os hablaré el próximo día). Así, miré lo que ponía en el temario, no me gustó, y organicé un esquema más o menos completo con lo que yo desarrollaría si saliera ese tema en el examen (también hablaremos más adelante sobre cómo organizar qué se va a contar a un tribunal que está formado por profesores de instituto, sin ser demasiado fácil ni demasiado difícil). 

2. e. Utilidad: la siguiente decisión se basó en una cuestión de utilidad. El primer examen consta de un tema y de un comentario. Para hacer un buen comentario, hay que saber varias cuestiones básicas, entre ellas el género literario y la tipología textual. Los temas de géneros ya los había trabajado bien, así que, si ahora preparaba los de tipologías textuales y los del texto como unidad, tendría ocho temas desarrollados para el examen y una buena base para el comentario. Dos pájaros de un tiro, y así ahorramos tiempo. (Recuento: para entonces llevábamos resumidos 1, 4, 6, 9, 10, 12 y 13, 36, 37, 38 y 39, y 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, es decir: 19 temas. Más el esquema del mundo clásico. 

2. f. Elección personal: había que seguir preparando, así que, antes de saltar al gran bloque (habiendo dejado la parte de lengua, me quedaba la literatura), preparé varios temas más que me gustaban. Dejé los de comprensión y expresión oral y escrita (31 y 32), que no me convencían, y el 33, sobre retórica, del que preparé también un esquema para improvisar. Me centré en 34 (crítica literaria) y 35 (educación y didáctica literarias), que preparé con bibliografía, cosas de la carrera y con una gran dosis de aportación personal. En ambos temas cabe la posibilidad, y yo creo que es bastante recomendable, de presentar la postura personal ante el análisis literario y ante la didáctica literaria enfocada a la práctica docente. Los dos temas requieren una base teórica y técnica importante, pero admiten un punto extra en el desarrollo donde explicar (y poner ejemplos) de cómo se aplicaría lo dicho anteriormente. Son temas muy jugosos como para dejarlos de lado, y permiten lucirse bien. Pero hay que trabajarlos a conciencia (19 temas + esquema 41 + esquema 33 + 34, 35). 

2. g. La literatura. Mi caso particular era diferente del resto porque yo me he pasado años formándome, pero en un mundo distinto. Eso significa que he leído muchísimo, pero muy poco de literatura hispánica. Así pues, para mí el bloque del tema 42 al 72 era un gran vacío. Para solucionarlo hice dos cosas: en primer lugar, y desde muy prontito, empezar a leer. Cronológicamente miré los temas y esquemas de la literatura y empecé a leer desde la Edad Media. Por deformación profesional, estoy acostumbrada a leer no solo el texto, sino también sus introducciones, por lo que me estaba formando al mismo tiempo una opinión personal sobre cada obra y un pequeño dossier de datos, aunque solo lo que se me iba quedando. La segunda parte fue la preparación de temas. Empecé por la Edad Media y por el 42, la épica, porque es mi gran favorita. Adoro ese tipo de obras, así que me cogí un montón de manuales de literatura, manuales específicos y un par de monografías sobre el Cid y empecé a preparar. A estas alturas estábamos por mayo, así que dejé bien preparados y resumidos y redactados para estudiar el 42 y el 43, aunque en mis lecturas había ido algo más allá. Me habría gustado poder redactar más, pero era momento de empezar a estudiar, y un número final total de 25 temas me parecía que estaba bastante bien. Aun así, a esta preparación literaria hay que sumar la Programación Didáctica (elegí 3º de Eso, que incluye literatura de la Edad Media al XVIII, así que según iba preparando temas y unidades fui leyendo una selección de los autores más importantes). También, antes de empezar a estudiar literatura, dividí el temario en épocas, géneros y separé también por autores, por lo que sabía quién estaba en cada época y podía aprovecharme de mi cultura general. Pero no me gusta no ir preparada a un examen, así que, cuando me hube estudiado todos los temas que ya tenía, decidí seguir leyendo. No me daba tiempo a preparar en condiciones, pero sí a leer más obras, a ver los esquemas de los siguientes temas, a leer el temario ese feo y algún libro de texto y a preparar mis propios esquemas, sobre los que poder improvisar llegado el caso. Leyendo obras y temas llegué hasta casi el tema 51, aunque el bloque que más preparado llevaba era el medieval. Como dato os diré que en el examen, teniendo el bloque 23-43 bien preparado, salieron 44 y 45. Ya os contaré otro día mi esquema del tema para el examen y cómo salí de aquella. 


Como os he ido contando, conocer el temario es fundamental, porque os da una imagen general de qué es lo que podéis esperar a lo largo del curso. Esa es la materia de la que se os va a examinar, aunque de diversas maneras, y cada una de ellas habrá que enfrentarla de un modo diferente. Un tema para desarrollar requiere que sepáis mucho de épica medieval; un comentario de épica medieval requiere que os sepáis los rasgos fundamentales y otras cuestiones dignas de mención. Pero es algo obvio que preparar un tema de desarrollo os dará la base sobre la que trabajar en el resto de las partes. 

Mi consejo: conoced bien los temas, agrupadlos, relacionadlos, y decidid qué y cómo estudiar con cabeza. Decididlo pronto, desde ya, para que luego solo tengáis que trabajar. Empezar a estudiar a lo loco y cambiar de plan en Navidad supone tener medio año perdido. Tened en cuenta lo que os he dicho: la parte técnica (texto como unidad comunicativa y rasgos, tipologías textuales y géneros literarios) es una base fundamental del comentario, aunque luego en este os ocupe solo unas líneas, pero os permitirá esbozar las líneas generales técnicas y tener además una amplia cartera de temas "por si acaso". Pero no olvidéis que la gran base del comentario es la literatura: si no sabéis los rasgos de corrientes, autores, épocas, etc., estaréis muy en blanco a la hora de comentar. 

Todo no se puede, así que seguramente cada uno optéis por algo distinto del resto. En próximas entradas os contaré cómo fui yo enlazándolo todo, pero, de momento, trabajad en el temario. Id leyéndolo y pensando y, si queréis, podemos comentar cómo vais a hacerlo y darnos mutuamente ideas para mejorar y seguir con ello. 

Nos vemos pronto, 

S.


**Nota: como sabéis, la LOE ha cambiado y no sabemos qué va a pasar en próximas convocatorias. Se rumoreaba que cambiaría el sistema de acceso, pero por el momento lo que hay es el temario del 93. Trabajad sobre él y seguid estudiando. Si el día de mañana lo cambian a medio año, no desesperéis: normalmente suele ser un cambio de distribución, no tanto de contenidos, y podemos reordenar y seguir trabajando. Nunca será trabajo en vano. ¡Ánimo!

miércoles, 5 de agosto de 2015

Opositar: cuando miras al Abismo y este te devuelve la mirada. 1ª parte.


Este año ha sido, por fin, el año de las oposiciones. Desde siempre he sabido que quería dedicarme a la docencia, que eso de enseñar era lo mío. Compartir, ayudar a que los demás descubriesen por sí mismos, transmitir mi adoración por las cosas que enseño (y aprendo). No siempre fue mi primera opción, porque el camino ha sido largo y muy variado, pero, aunque el instituto ha variado en mi ranking de alternativas de futuro, la docencia sí ha permanecido estable en la cima y la etapa de Secundaria y Bachillerato me ha parecido siempre interesante. 

Esto, que parece una analepsis melancólica y personal, tiene mucha importancia para todo el que quiera presentarse a unas oposiciones, porque creo que no se trata de una decisión repentina, sino que debe ser un camino de larga distancia, una preparación a largo plazo. Y eso no significa pensar que vas a tardar años en sacar la plaza (que también puede suceder), sino que se trata más bien de empezar a prepararte lo antes posible para ir robándole tiempo al reloj. 

¿Qué hay que saber para prepararte unas oposiciones?

1. Hay un gran componente de suerte. Vas a hacer el examen un día. Un día cualquiera. De junio, probablemente. Eso significa calor, muchas horas en un aula, nervios, preocupación. A lo mejor ese día no estás en tu mejor momento, y a eso debes añadir que los temas que salgan no los va a decidir nadie, sino que saldrán de un bingo (¡adoro el bingo!). ¿Qué implica todo esto? Que va a haber una parte de tus oposiciones que no vas a poder controlar. Esto debes asumirlo cuanto antes, porque es algo inevitable. 

2. Pero... También hay un gran componente de preparación personal. Y esto se divide en varias partes, que es lo que conforma la oposición: 

a) El tema. Las oposiciones de Secundaria tienen un primer examen, que está formado por el desarrollo de un tema teórico (cada comunidad adapta el temario, ojo) y de un caso práctico, que comentaré en b). En mi caso, el temario tenía 72 temas, yo llevaba preparados unos 25 (la gran mayoría, redactados por mí), y los cuatro que cayeron no me los había preparado (son cuatro a elegir uno). ¿Veis? Eso es la suerte. Pero hay un 'pero'. No me los había preparado/estudiado/memorizado, pero sí había continuado preparando algunos temas más casi al final, cuando ya tenía todo lo mío bien estudiado, haciendo lecturas y organizando posibles esquemas, por si acaso saliera uno de esos temas, para poder hacer algo con él. Efectivamente, me tocó, entre ellos, la prosa medieval. No hice un tema de 10, pero sí me pude desenvolver de forma bastante adecuada, adaptándome a los criterios y cumpliendo los mínimos necesarios. De esto ya hablaremos más en detalle cuando hablemos de los temas. 

b) La práctica. Esta es la otra parte del primer examen. Ojo, porque varía entre comunidades. En Castilla y León solamente hemos tenido el comentario de todos los planos de un poema. En otras comunidades hay más de un texto, y se añade también sintaxis (y se rumoreaba que también fonética), así que hay que estar bien al loro y prepararse el tipo de práctica de la comunidad en la que te vas a presentar. 

c) La Programación. Para nuestras oposiciones hay que preparar (redactar) la programación didáctica de un curso académico donde se imparta la especialidad (1º-4º ESO y Bachillerato). Yo os recomendaría hacer algo propio, individual y personal, aunque deba incluir siempre las partes obligatorias. Ya os contaré cómo hice la mía. 

d) Las Unidades Didácticas. De las unidades didácticas que se incluyan en la programación, se defenderá una ante el tribunal (otra vez bingo :D). 

C y D conforman el segundo examen de la oposición, y de la media de las dos notas (tema+práctica y PD+UDs) sale la nota global de oposición. Los porcentajes también varían entre comunidades. Pero esto no es todo. 

e) Fase de concurso. Esto es lo complicado. En la fase de concurso se valoran los méritos que aporta el opositor, puntos que se suman a la nota de oposición (como nota de concurso) para dar lugar a la nota final. Ahí entran la experiencia docente, la formación académica y los cursos de formación (ojo, que estos no en todas las comunidades cuentan). El problema aquí es que los nuevos normalmente tenemos una gran carencia en experiencia docente, por lo que partimos ya con un hándicap que no tienen aquellos que llevan más años de interinos. ¿Cómo lo podemos equilibrar? Con las otras dos partes. Y por eso decía al comienzo que esto es una carrera a largo plazo. Hay que saber qué cuenta en estos puntos y tratar de tener tantos como sea posible. Cuentan los idiomas, los máster, los cursos, nota de la carrera, publicaciones... Eso hay que saberlo desde muy pronto y tratar de "rellenar", para que, en este caso, algo que depende únicamente de ti lo puedas llevar al máximo nivel posible. 

Como opositor, no puedes controlar cómo vas a estar el día del examen, qué tema te caerá o cómo será tu tribunal, pero sí puedes (y debes) tener tantos puntos como te sea posible para que, una vez hayas aprobado, se sume una cantidad alta que te catapulte al éxito. 

Hay que pensar en las oposiciones como una inversión de futuro. Será un esfuerzo enorme y supondrá renunciar a muchas cosas, pero la recompensa es también muy jugosa: un trabajo que te gusta y un trabajo de por vida, unidos en uno. Por eso hay que esforzarse, y esforzarse mucho. Hay que intentar que todas esas partes, las cinco, estén preparadas al 100% y, de no ser posible, al máximo nivel posible, y no rendirse. 

Poco a poco iré hablando de cada una de ellas, de cómo lo he preparado yo, de mi experiencia y de la experiencia de muchos otros compañeros con los que he recorrido este camino, de profesores que fueron opositores hace años y de todo lo que he aprendido en los últimos años. Espero que esto os sirva como me ha servido a mí y que os ayude a cumplir vuestros sueños. 

Nos vemos pronto,

S.

lunes, 20 de julio de 2015

Lo que bien empieza...

Buenos días, y bienvenidos. 

Hoy, como ya anticipaba en las redes sociales, vamos a hablar de la importancia del comienzo en la literatura. En realidad, todo comienzo es importante. La primera impresión que recibimos con respecto a alguien o algo marca, en cierto modo, la evolución de nuestra relación con ello: ¿continuarías una película cuyos primeros cinco minutos te aburren soberanamente? ¿Querrías seguir conociendo a alguien que se te ha presentado con altanería y soberbia? ¿Comerías un plato que llega a ti así? Incluso aunque el sabor de ese plato sea el más exquisito del universo, su aspecto te hará buscar algo más cercano y conocido, o algo más positivamente impactante. 

Es por eso por lo que un buen comienzo es fundamental. Y aquí, antes de meternos de lleno en el por qué de todas estas cuestiones, permitidme que os muestre un poco de (de)formación profesional:

A continuación vais a encontrar unas breves frases, ¡pero incompletas! Leedlas con atención y tratad de completarlas. 

En un lugar de la Mancha...

El día en que lo iban a matar...

En un agujero en el suelo...

Canta, oh musa...

Érase una vez...

¿Os ha resultado fácil? ¿Os sonaban las frases? ¿Sabéis por qué?

Imagino que, de estas frases, al menos alguna os sonará. Quizás no cómo siguen, pero al menos sí ese comienzo. Sucede a veces, en el proceso de composición, que el autor experimenta un momento de brillante lucidez y encuentra una frase demoledora con la que comenzar su obra. Hay grandes clásicos de la literatura cuyos comienzos no recordamos, pero hay después otros, como los que os he mencionado y algunos más, que quedan grabados en la mente de la gente, convirtiéndose en clichés literarios del acervo común.

Encontrar un comienzo que marque, que diferencie, que seduzca y atrape al lector es algo fundamental y distinguirá esa obra del resto. Ya lo decía la retórica clásica: el comienzo es fundamental, y su misión es, esencialmente, captar la atención del lector y generar en él una buena predisposición para lo que sigue. Eso es lo que recoge el sintagma latino de la captatio benevolentiae o, en román paladín, "la primera impresión es la que cuenta".

Por supuesto, después habrá que ser capaz de mantener esa atención y hacer que el lector quiera seguir leyendo, pero la primera batalla está en las primeras líneas, en los primeros párrafos, y será definitiva y definitoria para el triunfo posterior.

Os dejo ahora con la continuación de esos comienzos. Si os fijáis, en cada uno de ellos se plantean incógnitas que deberá despejar el resto de la obra. Cuestiones extrañas al lector que provocarán su curiosidad.

En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad. (El Hobbit, J.R.R. Tolkien). [¿Qué es un hobbit? ¿Por qué vive en un agujero en el suelo? El narrador, a continuación, desmonta el prejuicio que pudiéramos tener: no es un agujero sucio, sino un agujero-hobbit, y eso significa comodidad. Lo que consigue el narrador es presentarnos algo -o alguien- cuyo referente desconocemos, y lo sitúa en un escenario de normalidad, aunque dando la vuelta a la noción preconcebida que de él teníamos].

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. (Primera parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Cervantes). [Poco hay nuevo que se pueda añadir sobre el comienzo más conocido de nuestra literatura patria. En este caso, lo sorprendente para el lector es la admisión por parte del narrador de que no quiere acordarse del escenario concreto, incluyéndose en primera persona en el relato y tomando una decisión que puede afectar al futuro].

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. (Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez). [Este comienzo y el siguiente, ambos de García Márquez, siguen los dos el mismo procedimiento. Lo normal en una historia es no revelar el destino de los protagonistas. Ambos inicios comienzan con una gran revelación: a Santiago Nasar lo matarán en ese mismo día, y al coronel Aureliano Buendía lo matarán años después, en un fusilamiento. Este recurso, el hecho de que el lector conozca previamente lo que ocurrirá, hace que el interés no sea tanto el qué pasará, sino el cómo se llegará a ello. Se unen, además, otros recursos. A continuación nos cuenta el sueño de Santiago, en el que cree que sobre él cae una dulce lluvia, para despertar cubierto de guano. Ese contraste entre lo onírico, positivo, y la realidad, negativa, también provoca sorpresa en el lector, y curiosidad por un relato tan poco habitual].

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez). [Vale para este lo mismo dicho en el texto anterior, aunque con sus propios recursos. El relato comienza con una analepsis -es decir, un retorno al pasado, un 'flashback'- a la infancia del coronel Aureliano Buendía. La clave que genera aquí la curiosidad del lector viene por la descripción de aquel lugar, Macondo, donde las cosas aún no tenían nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Un pasado tan remoto es, por necesidad, ajeno a nosotros, y el lector, consciente o inconscientemente, querrá saber qué lugar es ese y cómo cambió después de aquello].

El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías. (Harry Potter y la piedra filosofal, J.K. Rowling). [A nadie se escapa que la historia de Harry Potter habla de magos y magias variadas, por lo que un comienzo donde se remarca la 'normalidad' de los personajes genera un fuerte contraste y los define por oposición a quienes serán, poco después, los verdaderos protagonistas de la historia].

Canta, oh musa, la cólera del pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves; cumplíase la voluntad de Zeus desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles. (Ilíada, Homero). [El comienzo de la Ilíada no solo despierta interés por conocer el motivo de la cólera del gran guerrero, sino que, además, establece el tema del poema que se cantará a continuación: la cólera de Aquiles. Este inicio es un tanto especial, puesto que responde a la naturaleza del poema. Conocemos la leyenda/historia de la toma de Troya como un continuum con su comienzo, nudo y desenlace, pero el poema que se nos ha conservado, la Ilíada, es solo un episodio en una guerra que duró más de diez años: precisamente, aquel en el que Aquiles renuncia a luchar por el robo de una esclava. Por eso el comienzo del poema establece cuál es la temática, para que el auditorio supiese qué parte de la guerra iba a escuchar. Pero de eso os hablaré en otra ocasión, si gustáis].

En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por Caperucita Roja conocíanla todos. (Caperucita Roja).

Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimonio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo… (Hansel y Gretel). [Estos dos comienzos de cuentos, por su naturaleza, pueden comentarse unidos. Estamos habituados al comienzo tradicional, "Érase una vez", pero hay otros también prototípicos, y en todos ellos se sitúa el cuándo y el qué del cuento que se va a contar, como podéis ver en los dos ejemplos de arriba].

Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
(Campos de Castilla, 1912, Antonio Machado).
[El último ejemplo que os he querido poner es un poema. De Machado. Personalmente tengo una relación especial con la poesía, de la que quizás en otro momento hable, pues influye poderosamente en mis lecturas y comentarios poéticos. En el caso del género lírico entran en juego muchas más cuestiones, no solo el comienzo como parte del relato, sino también recursos fónicos y de musicalidad del lenguaje, por lo que hay que prestarle una atención especial. Este comienzo, por mencionar solo alguna cuestión, traza la historia del poeta, con la infancia y los recuerdos dulces de Sevilla, la juventud en Castilla y una historia trágica cuyo recuerdo prefiere evitar].

Esta es mi selección de comienzos, pero podría haber sido otra muy diferente. Las obras de referencia de cada uno varían de un lector a otro, y el impacto que se puede recibir de un mismo inicio es distinto también según la persona. En cualquier caso, no olvidéis su importancia, sobre todo a la hora de escribir, pues será lo primero que de vuestro hijo literario reciban los lectores, y eso marcará su experiencia con la obra.

Nos vemos pronto.

S. 

domingo, 12 de julio de 2015

Hombres y mujeres, niñas y niños, ... ¿presidentes y presidentas? 2ª Parte

Bueno, nos ha costado un poquito más de lo que debería, pero todo es por una buena causa. Ojalá esta demora traiga consigo buenas nuevas. 

Bien, por fin volvemos a la carga con la segunda parte de esta explicación. A modo de repaso, os recuerdo con qué ideas teníamos que quedarnos en la entrada anterior:

  • Sexo género son dos cosas muy diferentes: el primero es biológico; el segundo, gramatical. 
  • La lengua no es sexista ni machista, es un instrumento gramatical en el que el hombre no puede ni debe interferir, porque su evolución depende directamente del uso.
  • El femenino es el término marcado en la declinación y en los sustantivos. 

Así pues, hay que tener en mente la diferencia entre el género natural y el género gramatical, el hecho de que la lengua no es sexista, y que el femenino es el término marcado. 

Ahora bien: ¿qué significa eso de marcado y no marcado? En terminología lingüística, para explicar cómo funcionan los fenómenos de la lengua, a partir de una corriente denominada estructuralismo se comenzó a hablar de los términos marcados y no marcados en la lengua.

Su funcionamiento es el siguiente: todos los elementos de la lengua (categorías, palabras, morfemas, etc.) están caracterizados por uno o varios rasgos que los distinguen del resto. En la última entrada poníamos el ejemplo del género: cuando la lengua necesitó distinguir entre masculino y femenino, se "entregó" a los sustantivos femeninos el rasgo femenino, marcándolos, mientras que el masculino quedó como no marcado. La norma lingüística es que los términos no marcados tienen un doble funcionamiento: pueden aparecer por su rasgo propio (en el caso del masculino, referirse a un elemento masculino) o bien pueden aparecer por otro rasgo suyo que es ser indiferentes a ese rasgo  y en ese caso pueden funcionar también como el género marcado (es decir, como "valeparatodo").

Os pongo un ejemplo:

Alumna es un sustantivo femenino y, por tanto, marcado. Como hemos visto, solamente puede funcionar como femenino.

Alumno es un sustantivo masculino, ergo, no marcado. Como hemos visto, al ser no marcado, puede funcionar con su propio rasgo (masculino) o ser indiferente.

En el caso del singular, el rasgo indiferente nos da igual, puesto que solo puede ser masculino. El problema viene con el plural:

Alumnas es un sustantivo femenino y marcado, así que solo puede indicar referentes femeninos.

Alumnos, por masculino, es no marcado, así que puede funcionar con su rasgo: se refiere a seres masculinos, pero también puede funcionar como indiferente y englobar femeninos.

Y he ahí el quid de la cuestión. El plural de los sustantivos animados masculinos puede abarcar femeninos por una cuestión de funcionamiento puramente lingüístico. Aquí no entran cuestiones como el sexismo, la igualdad, la lucha de géneros, etc. Esto es tan sencillo como que el masculino plural puede englobar al femenino a nivel lingüístico.

Se puede decir, por tanto: "Los alumnos de 4º fueron de excursión", y eso no significará que las alumnas se quedaron en clase. "Las alumnas de 4º fueron de excursión", sin embargo, sí deja a los chicos fuera.

Solamente quedaría una cuestión por debatir, que ya anticipé en la entrada anterior. ¿Cómo podemos saber el género de un sustantivo? La RAE nos lo decía: mediante la concordancia. Ahora bien, mucho ojo: tenemos que concordar el sustantivo con un adjetivo que diferencie masculino y femenino (o con el artículo).

"Mar azul" no nos soluciona nada. "Mar calmada" sí. Pero "el mar" también. Por eso os decía que era más complicadete. ¿Alguna idea de por qué mar tiene dos géneros?

Esa os la dejo para vosotros. De momento, espero que haya quedado un poco más claro por qué decir "Los alumnos y alumnas de 4º se fueron de excursión" es un exceso lingüístico que empobrece el lenguaje y demuestra, no intención de igualar los sexos -que eso es más difícil y supone meterse en otras cuestiones-, sino poco conocimiento de nuestra lengua.

Si tenéis alguna duda, preguntadme en comentarios con toda confianza.

Nos vemos pronto,

S. 

viernes, 26 de junio de 2015

Hombres y mujeres, niñas y niños, ... ¿presidentes y presidentas? 1ª Parte

Llevaba varios días ya pensando en de qué hablar en el blog en la entrada siguiente (es decir, en esta), y tenía bastante claro el tema desde el principio, puesto que, al igual que me ocurría con la distinción de las diferentes críticas literarias (que podéis leer aquí), era algo de lo que llevaba mucho tiempo queriendo hablar. Sin embargo, me parecía que hablar dos veces seguidas de cuestiones teóricas podía aburriros demasiado. 

Pero no, tengo fe en mis lectores y seguro que lo soportarán. ¡Arriba la gramática! ¡Viva la lingüística! 

Me imagino que, ya por el título, alguno habrá averiguado de qué voy a hablar. Hombres y mujeres, niñas y niños, presidentes y presidentas... En los últimos años (y, que yo recuerde, allá por el 2010 o así ya me pasaron una "guía de lenguaje no sexista" -como esta o esta- con cara de bastante susto) se ha comenzado a extender por diversos ámbitos, pero sobre todo en el periodístico y en el político (y, por desgracia, cada vez más, en el educativo), la costumbre de duplicar los sintagmas cuyo referente es un grupo formado por personas de ambos sexos. Así, "niños y niñas", "alumnos y alumnas", "funcionarios y funcionarias" y otros engendros de similar factura que se emitían -y emiten- con la intención de evitar un lenguaje sexista y la de fomentar la igualdad entre hombres y mujeres. Pero no os equivoquéis: estos sintagmas duplicados son un error gramatical, un pleonasmo, por lo que se está fomentando un uso erróneo del lenguaje, y lo más preocupante de todo esto es que lo hagan profesionales que, desde el mundo del periodismo o de la educación -como los dos enlaces anteriores-, deberían actuar como modelos lingüísticos y culturales de la lengua española.

La lengua NO es sexista. La lengua es el resultado de un proceso arbitrario de evolución que ha ocupado los últimos siglos y en la que operan sistemas sobre los que no podemos ejercer influencia individual. Y ahora voy a explicároslo.

En el tema del género hay que distinguir una cuestión fundamental: el sexo es, según el DRAE, "la condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas", es decir, lo biológico, y solo admite la posibilidad de ser masculino o femenino (la consideración u orientación sexual es otra cosa, y no voy a entrar tampoco en anomalías biológicas como los seres que nacen con dos sexos, puesto que lo habitual y usual es la existencia única de dos sexos); por otro lado está el género, la "clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre", también según el DRAE. Y añade: "En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra". Es decir: el sexo es biológico, el género es gramatical. Esta es la primera distinción que hay que tener clara.

Ahora ya sabemos que el género es una clase gramatical a la que pertenecen los nombres o pronombres (masculinos, femeninos, y en español algunos restos del neutro), pero queda comprender la segunda parte de la cita: "por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre". Para ello vamos a retroceder al pasado para aprender un poco de historia de la gramática en cuanto al género.

El indoeuropeo es una hipótesis que planteó la gramática comparativa a partir del siglo XVIII como lengua madre de la que surgirían posteriormente la mayoría de lenguas históricas occidentales (latín, griego, lenguas germánicas...) y algunas orientales (hindi). No existen testimonios escritos, por lo que su reconstrucción se hace a partir de la comparación entre lenguas y son procesos lingüísticos bastante complejos, pero en ciertos campos también muy aceptados y asentados.

Se admite tradicionalmente que, en origen, el indoeuropeo tenía únicamente dos géneros gramaticales: animado (que se utilizaba para los seres que tenían vida y cumplía la función de sujeto) e inanimado (que solo valía para los objetos y cumplía la función de objeto verbal). Con la evolución y la paulatina complejidad del lenguaje, los dos géneros gramaticales se escindieron en tres, en masculino, femenino y neutro. El inanimado evolucionó al neutro, y el animado se dividió en masculinos y femeninos.

Nos encontrábamos entonces con el problema de que de una clase de nombres encontrábamos ahora dos, por lo que hubo que distinguir una de las dos nuevas clases, y se distinguió el femenino. En román paladín, esto significa que a las palabras femeninas se les añadió una marca "extra" que las diferenciase de las masculinas (lo cual hace que no se pueda decir, como he oído y leído en algunos casos, que el latín y las lenguas antiguas fuesen machistas, puesto que, de hecho, distinguían de forma explícita al femenino y no lo ocultaban). Para ello se intentaron varios procedimientos:

  • Utilizar palabras distintas (heterónimos): gener-nurus, en latín; padre-madre, en español. Este era un procedimiento muy poco económico, porque habría dado lugar a un enorme incremento léxico, y se limitó a vocabulario muy específico. 
  • Añadido de un nombre indicador: lupus femina. Tiburón macho o tiburón hembra. Se seguía utilizando el término habitual (animado) y se le añadía un adjetivo o sustantivo que explicitase el género, pero contaba con las mismas desventajas que el anterior. 
  • Uso de morfemas: este es el procedimiento más habitual, económico y claro. Se conservó lo ya existente para masculino y se creó una nueva marca para el femenino: el término marcado.
Así pues, para evitar el aumento de vocabulario y para simplificar la lengua, se creó una desinencia especial en indoeuropeo, el morfema -a (tomado de la palabra usada entonces para 'mujer'), que terminaría extendiéndose a todos los sustantivos de género gramatical femenino.

El problema siguiente fue que las palabras, por sí mismas, no indicaban necesariamente su género, puesto que la desinencia -a se aplicó, en principio, al femenino, pero con el tiempo las desinencias y el género dejaron de estar directamente relacionadas y comenzamos a encontrar, por ejemplo, en latín, palabras terminadas en -us (desinencia tradicionalmente considerada masculina) como ficus, que en realidad eran de género femenino ("higuera"), o nurus ("nuera"), al igual que palabras terminadas en -a (desinencia tradicionalmente asociada al femenino), pero masculinas, como nauta ("marinero") o scriba ("escriba"), y por eso se dice que la lengua es opaca en cuanto al género, porque en un sustantivo cualquiera no podemos saber cuál es su género.

¿Cuál es el género de "estantería", o de "tablón" o de "mar" (esta última es difícil)? Como hablantes nativos, sabéis cuál es su género, pero para saberlo a ciencia cierta desde un punto de vista gramatical, hay que utilizar la concordancia.

Pero de eso os hablaré mañana, que por hoy es demasiado. Quiero que de esta primera parte os quedéis con dos cosas:

  • Sexo y género son dos cosas muy diferentes: el primero es biológico; el segundo, gramatical. 
  • La lengua no es sexista ni machista, es un instrumento gramatical en el que el hombre no puede ni debe interferir, porque su evolución depende directamente del uso. 
  • El femenino es el término marcado en la declinación y en los sustantivos. 

Y esto será clave, porque en la próxima entrada del blog explicaremos qué son el término marcado y el término no marcado, cómo funcionan lingüísticamente y cuáles son las consecuencias en la concordancia (gracias a la cual sabemos el género de los sustantivos), todo lo cual demuestra y explica por qué hablar de "alumnos y alumnas" y de "funcionarios y funcionarias" no es más que una soberana estupidez y una muestra de desconocimiento de las operaciones más básicas de nuestra lengua y no una cuestión de igualdad. Eso es otra cosa.

Mañana más y mejor,

S.