lunes, 20 de julio de 2015

Lo que bien empieza...

Buenos días, y bienvenidos. 

Hoy, como ya anticipaba en las redes sociales, vamos a hablar de la importancia del comienzo en la literatura. En realidad, todo comienzo es importante. La primera impresión que recibimos con respecto a alguien o algo marca, en cierto modo, la evolución de nuestra relación con ello: ¿continuarías una película cuyos primeros cinco minutos te aburren soberanamente? ¿Querrías seguir conociendo a alguien que se te ha presentado con altanería y soberbia? ¿Comerías un plato que llega a ti así? Incluso aunque el sabor de ese plato sea el más exquisito del universo, su aspecto te hará buscar algo más cercano y conocido, o algo más positivamente impactante. 

Es por eso por lo que un buen comienzo es fundamental. Y aquí, antes de meternos de lleno en el por qué de todas estas cuestiones, permitidme que os muestre un poco de (de)formación profesional:

A continuación vais a encontrar unas breves frases, ¡pero incompletas! Leedlas con atención y tratad de completarlas. 

En un lugar de la Mancha...

El día en que lo iban a matar...

En un agujero en el suelo...

Canta, oh musa...

Érase una vez...

¿Os ha resultado fácil? ¿Os sonaban las frases? ¿Sabéis por qué?

Imagino que, de estas frases, al menos alguna os sonará. Quizás no cómo siguen, pero al menos sí ese comienzo. Sucede a veces, en el proceso de composición, que el autor experimenta un momento de brillante lucidez y encuentra una frase demoledora con la que comenzar su obra. Hay grandes clásicos de la literatura cuyos comienzos no recordamos, pero hay después otros, como los que os he mencionado y algunos más, que quedan grabados en la mente de la gente, convirtiéndose en clichés literarios del acervo común.

Encontrar un comienzo que marque, que diferencie, que seduzca y atrape al lector es algo fundamental y distinguirá esa obra del resto. Ya lo decía la retórica clásica: el comienzo es fundamental, y su misión es, esencialmente, captar la atención del lector y generar en él una buena predisposición para lo que sigue. Eso es lo que recoge el sintagma latino de la captatio benevolentiae o, en román paladín, "la primera impresión es la que cuenta".

Por supuesto, después habrá que ser capaz de mantener esa atención y hacer que el lector quiera seguir leyendo, pero la primera batalla está en las primeras líneas, en los primeros párrafos, y será definitiva y definitoria para el triunfo posterior.

Os dejo ahora con la continuación de esos comienzos. Si os fijáis, en cada uno de ellos se plantean incógnitas que deberá despejar el resto de la obra. Cuestiones extrañas al lector que provocarán su curiosidad.

En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad. (El Hobbit, J.R.R. Tolkien). [¿Qué es un hobbit? ¿Por qué vive en un agujero en el suelo? El narrador, a continuación, desmonta el prejuicio que pudiéramos tener: no es un agujero sucio, sino un agujero-hobbit, y eso significa comodidad. Lo que consigue el narrador es presentarnos algo -o alguien- cuyo referente desconocemos, y lo sitúa en un escenario de normalidad, aunque dando la vuelta a la noción preconcebida que de él teníamos].

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. (Primera parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Cervantes). [Poco hay nuevo que se pueda añadir sobre el comienzo más conocido de nuestra literatura patria. En este caso, lo sorprendente para el lector es la admisión por parte del narrador de que no quiere acordarse del escenario concreto, incluyéndose en primera persona en el relato y tomando una decisión que puede afectar al futuro].

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. (Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez). [Este comienzo y el siguiente, ambos de García Márquez, siguen los dos el mismo procedimiento. Lo normal en una historia es no revelar el destino de los protagonistas. Ambos inicios comienzan con una gran revelación: a Santiago Nasar lo matarán en ese mismo día, y al coronel Aureliano Buendía lo matarán años después, en un fusilamiento. Este recurso, el hecho de que el lector conozca previamente lo que ocurrirá, hace que el interés no sea tanto el qué pasará, sino el cómo se llegará a ello. Se unen, además, otros recursos. A continuación nos cuenta el sueño de Santiago, en el que cree que sobre él cae una dulce lluvia, para despertar cubierto de guano. Ese contraste entre lo onírico, positivo, y la realidad, negativa, también provoca sorpresa en el lector, y curiosidad por un relato tan poco habitual].

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez). [Vale para este lo mismo dicho en el texto anterior, aunque con sus propios recursos. El relato comienza con una analepsis -es decir, un retorno al pasado, un 'flashback'- a la infancia del coronel Aureliano Buendía. La clave que genera aquí la curiosidad del lector viene por la descripción de aquel lugar, Macondo, donde las cosas aún no tenían nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Un pasado tan remoto es, por necesidad, ajeno a nosotros, y el lector, consciente o inconscientemente, querrá saber qué lugar es ese y cómo cambió después de aquello].

El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías. (Harry Potter y la piedra filosofal, J.K. Rowling). [A nadie se escapa que la historia de Harry Potter habla de magos y magias variadas, por lo que un comienzo donde se remarca la 'normalidad' de los personajes genera un fuerte contraste y los define por oposición a quienes serán, poco después, los verdaderos protagonistas de la historia].

Canta, oh musa, la cólera del pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves; cumplíase la voluntad de Zeus desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles. (Ilíada, Homero). [El comienzo de la Ilíada no solo despierta interés por conocer el motivo de la cólera del gran guerrero, sino que, además, establece el tema del poema que se cantará a continuación: la cólera de Aquiles. Este inicio es un tanto especial, puesto que responde a la naturaleza del poema. Conocemos la leyenda/historia de la toma de Troya como un continuum con su comienzo, nudo y desenlace, pero el poema que se nos ha conservado, la Ilíada, es solo un episodio en una guerra que duró más de diez años: precisamente, aquel en el que Aquiles renuncia a luchar por el robo de una esclava. Por eso el comienzo del poema establece cuál es la temática, para que el auditorio supiese qué parte de la guerra iba a escuchar. Pero de eso os hablaré en otra ocasión, si gustáis].

En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por Caperucita Roja conocíanla todos. (Caperucita Roja).

Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimonio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo… (Hansel y Gretel). [Estos dos comienzos de cuentos, por su naturaleza, pueden comentarse unidos. Estamos habituados al comienzo tradicional, "Érase una vez", pero hay otros también prototípicos, y en todos ellos se sitúa el cuándo y el qué del cuento que se va a contar, como podéis ver en los dos ejemplos de arriba].

Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
(Campos de Castilla, 1912, Antonio Machado).
[El último ejemplo que os he querido poner es un poema. De Machado. Personalmente tengo una relación especial con la poesía, de la que quizás en otro momento hable, pues influye poderosamente en mis lecturas y comentarios poéticos. En el caso del género lírico entran en juego muchas más cuestiones, no solo el comienzo como parte del relato, sino también recursos fónicos y de musicalidad del lenguaje, por lo que hay que prestarle una atención especial. Este comienzo, por mencionar solo alguna cuestión, traza la historia del poeta, con la infancia y los recuerdos dulces de Sevilla, la juventud en Castilla y una historia trágica cuyo recuerdo prefiere evitar].

Esta es mi selección de comienzos, pero podría haber sido otra muy diferente. Las obras de referencia de cada uno varían de un lector a otro, y el impacto que se puede recibir de un mismo inicio es distinto también según la persona. En cualquier caso, no olvidéis su importancia, sobre todo a la hora de escribir, pues será lo primero que de vuestro hijo literario reciban los lectores, y eso marcará su experiencia con la obra.

Nos vemos pronto.

S. 

domingo, 12 de julio de 2015

Hombres y mujeres, niñas y niños, ... ¿presidentes y presidentas? 2ª Parte

Bueno, nos ha costado un poquito más de lo que debería, pero todo es por una buena causa. Ojalá esta demora traiga consigo buenas nuevas. 

Bien, por fin volvemos a la carga con la segunda parte de esta explicación. A modo de repaso, os recuerdo con qué ideas teníamos que quedarnos en la entrada anterior:

  • Sexo género son dos cosas muy diferentes: el primero es biológico; el segundo, gramatical. 
  • La lengua no es sexista ni machista, es un instrumento gramatical en el que el hombre no puede ni debe interferir, porque su evolución depende directamente del uso.
  • El femenino es el término marcado en la declinación y en los sustantivos. 

Así pues, hay que tener en mente la diferencia entre el género natural y el género gramatical, el hecho de que la lengua no es sexista, y que el femenino es el término marcado. 

Ahora bien: ¿qué significa eso de marcado y no marcado? En terminología lingüística, para explicar cómo funcionan los fenómenos de la lengua, a partir de una corriente denominada estructuralismo se comenzó a hablar de los términos marcados y no marcados en la lengua.

Su funcionamiento es el siguiente: todos los elementos de la lengua (categorías, palabras, morfemas, etc.) están caracterizados por uno o varios rasgos que los distinguen del resto. En la última entrada poníamos el ejemplo del género: cuando la lengua necesitó distinguir entre masculino y femenino, se "entregó" a los sustantivos femeninos el rasgo femenino, marcándolos, mientras que el masculino quedó como no marcado. La norma lingüística es que los términos no marcados tienen un doble funcionamiento: pueden aparecer por su rasgo propio (en el caso del masculino, referirse a un elemento masculino) o bien pueden aparecer por otro rasgo suyo que es ser indiferentes a ese rasgo  y en ese caso pueden funcionar también como el género marcado (es decir, como "valeparatodo").

Os pongo un ejemplo:

Alumna es un sustantivo femenino y, por tanto, marcado. Como hemos visto, solamente puede funcionar como femenino.

Alumno es un sustantivo masculino, ergo, no marcado. Como hemos visto, al ser no marcado, puede funcionar con su propio rasgo (masculino) o ser indiferente.

En el caso del singular, el rasgo indiferente nos da igual, puesto que solo puede ser masculino. El problema viene con el plural:

Alumnas es un sustantivo femenino y marcado, así que solo puede indicar referentes femeninos.

Alumnos, por masculino, es no marcado, así que puede funcionar con su rasgo: se refiere a seres masculinos, pero también puede funcionar como indiferente y englobar femeninos.

Y he ahí el quid de la cuestión. El plural de los sustantivos animados masculinos puede abarcar femeninos por una cuestión de funcionamiento puramente lingüístico. Aquí no entran cuestiones como el sexismo, la igualdad, la lucha de géneros, etc. Esto es tan sencillo como que el masculino plural puede englobar al femenino a nivel lingüístico.

Se puede decir, por tanto: "Los alumnos de 4º fueron de excursión", y eso no significará que las alumnas se quedaron en clase. "Las alumnas de 4º fueron de excursión", sin embargo, sí deja a los chicos fuera.

Solamente quedaría una cuestión por debatir, que ya anticipé en la entrada anterior. ¿Cómo podemos saber el género de un sustantivo? La RAE nos lo decía: mediante la concordancia. Ahora bien, mucho ojo: tenemos que concordar el sustantivo con un adjetivo que diferencie masculino y femenino (o con el artículo).

"Mar azul" no nos soluciona nada. "Mar calmada" sí. Pero "el mar" también. Por eso os decía que era más complicadete. ¿Alguna idea de por qué mar tiene dos géneros?

Esa os la dejo para vosotros. De momento, espero que haya quedado un poco más claro por qué decir "Los alumnos y alumnas de 4º se fueron de excursión" es un exceso lingüístico que empobrece el lenguaje y demuestra, no intención de igualar los sexos -que eso es más difícil y supone meterse en otras cuestiones-, sino poco conocimiento de nuestra lengua.

Si tenéis alguna duda, preguntadme en comentarios con toda confianza.

Nos vemos pronto,

S.