jueves, 27 de agosto de 2015

El Canon universal, una polémica literaria que viene de lejos

He intentado enfrentarme directamente a su grandeza: preguntar qué convierte al autor y las obras en canónicos. La respuesta, en casi todos los casos, ha resultado ser la extrañeza, una forma de originalidad que o bien no puede ser asimilada o bien nos asimila de tal modo que dejamos de verla como extraña. Harold Bloom, El canon occidental, 1995.

Define el DRAE 'canon' como "Regla o precepto" (1) o como "Catálogo o lista" (2) en sus dos primeras acepciones, aunque en las siguientes entran ya conceptos como 'perfección' o 'tipo ideal'. Pero a quien no le suene la cuestión del canon, de seguro habrá escuchado hablar de 'los clásicos'. A su definición según el DRAE se le adscriben conceptos análogos: 'plenitud', 'modelo digno de imitación', 'de tradición culta'. Estas obras vienen a ser, en román paladín, aquellas de las que la historia ha hecho un ejemplo, un podio literario en el que mirar y verse reflejado, aquellas de las que se vanaglorian las naciones, aquellas que admiran los lectores, escritores y críticos y, por lo general, aquellas que la mayoría del público afirma tener en casa y haber leído, cuando no ha pasado ni de las solapas. 

Le pese a quien le pese, no existe un canon universalmente aceptado de libros que formen el top ten de la literatura. La tradición nos ha legado títulos de clásicos que (casi) todo el mundo acepta, pero no son los mismos en todos los países ni en todas las lenguas, y no han sido tampoco idénticos en todas las épocas. No obstante, no han faltado intentos de esbozar un proyecto de 'canon universal' que abarcase las obras más importantes para la humanidad desde los albores de las letras. 

Y eso nos lleva al siguiente paso: hablar de 'canon' en literatura supone, indefectiblemente, hablar de Harold Bloom. Tantos son los intentos de canon que quizá su proliferación haya minimizado su impacto, pero no sucede eso con el propuesto por Harold Bloom. Este crítico y teórico estadounidense, famoso en el mundo académico por sus polémicas y propuestas, publicó en 1994 El canon occidental, obra que generó una inmensa polémica por la finalidad perseguida.

"Este libro estudia a veintiséis escritores, necesariamente con cierta nostalgia, puesto que pretendo aislar las cualidades que convierten a estos autores en canónicos, es decir, en autoridades en nuestra cultura" (Anagrama, p. 11).

Si tuvierais que establecer una lista de autores fundamentales en la historia de la literatura -de toda la literatura-, ¿cuáles serían?, ¿qué criterios seguiríais para ello?, ¿escogeríais autores y obra completa o solo títulos escogidos? Decía Bloom que su selección no es arbitraria, sino que se trata de autores escogidos "tanto por su sublimidad como por su naturaleza representativa", los "escritores occidentales más importantes desde Dante": Shakespeare, Dante, Samuel Johnson, Goethe, Wordsworth, Cervantes, Chaucer, Joyce, Montaigne, Molière, Milton, Jane Austen, Walt Withman, Emily Dickinson, Charles Dickens, Eliot, Tolstoi, Ibsen, Freud, Proust, Virginia Woolf, Kafka, Neruda, Borges, Pessoa y Beckett.

Mis alarmas al leer la lista de autores saltaron como un resorte. Debe de ser deformación profesional, pero no ver ahí a Homero ni a Virgilio despertó un tick en mi ojo derecho. ¿Nada antes de Dante? ¿En serio? Eh, hay dos mujeres, menos mal. Pero ¿en serio que nada antes de Dante? Oh, man... (hasta acento sureño se me pone). 

Esperad, que después lo explica: "debemos recordarnos que Shakespeare, que desconfiaba de la filosofía, es mucho más importante para la cultura occidental que Platón y Aristóteles, Kant y Hegel, Heidegger y Wittgenstein" (p. 20). Después de esto, el tick saltó de mi ojo, cogió un cuchillo y pedernal y se puso a afilarlo. Me costó calmarlo tres días y una docena de odas de Horacio. 

Mi intención era llegar a hablaros de otro artículo, de otro autor, pero es que Bloom me solivianta, perdonad a esta filóloga ofuscada. Es por cosas como estas por las que, cuando pienso en el canon, prefiero acordarme de Carlos García Gual. Este adorable anciano, filólogo clásico, que encandila a las audiencias con sus conferencias y a quien tanto debe el mundo grecolatino gracias a su labor divulgativa, pronunció en 1998 una conferencia titulada "El viaje sobre el tiempo o la lectura de los clásicos" (que os dejo aquí y os recomiendo encarecidamente leer). 

Su definición de 'clásico', además de sencilla, es bien acertada: 

"Lo que ha consagrado y define como clásicos a unos determinados textos y autores, es la lectura reiterada, fervorosa y permanente de los mismos a lo largo de tiempos y generaciones". 

No es el único autor que opina así, que defiende que los clásicos son los libros de la relectura. Libros para volver una y otra vez, para reinterpretarlos y releerlos y descubrir cosas nuevas con el paso del tiempo, aun con toda la dificultad que entraña, en sus palabras, "meternos en la piel de los difuntos". 

Es muy relevante aquí mencionar la división que García Gual esboza, "una distinción sencilla entre los clásicos universales (aunque queda bien entendido que 'universales' quiere decir los de nuestra civilización occidental) y los nacionales (en los que el uso del propio idioma resulta un rasgo decisivo para su valoración). (...) Y quizás podemos abrir una tercera lista, ya del todo subjetiva, de los clásicos que calificaríamos de 'personales', es decir, aquellos textos que uno aprecia singularmente".  

Como ya os decía anteriormente, no existe un canon que todo el mundo acepte, ni una lista que separe las mejores obras de la literatura universal de aquellas que pasarán sin pena ni gloria. El tiempo es un buen juez, pero también es voluble, y obras que en su tiempo fueron condenadas y denostadas serían después encumbradas hasta las más altas cimas estéticas. Sabed, sin embargo, que cada uno de nosotros tenemos un canon personal. Es la recopilación de vuestros clásicos, de vuestras lecturas, las que os han marcado y a las que volvéis una y otra vez (si es que sois de esos). 

Eso es lo que conforma vuestro bagaje literario y es tan válido y digno como cualquier lista de 'Éxitos del verano', 'Las mejores obras de la literatura española' o los 'Clásicos imprescindibles'. Algún día os contaré cuáles son los míos, y tal vez también por qué, pero os animo a pensar en los vuestros. Eso también os hablará de vosotros y os ayudará a reflexionar, sobre la vida, sobre el pasado, el presente y el futuro, pues, como dice García Gual, la lectura forma "ese legado estético y ético que nos educa como seres críticos y libres". Y saber qué leemos supone saber más del mundo. Del exterior y del nuestro. 

S.

lunes, 17 de agosto de 2015

¿Lees o relees?

Solo emitió un seco carraspeo antes de apartar la taza en la mesa, lo más lejos que le permitían sus manos nudosas. 

—Esto es agua sucia. Dame café de verdad. 

—No puedes tomarlo, la cafeína...

—¿Por qué crees que, no haciendo caso a mi médico, habría de hacértelo a ti?

Obvié una sonrisa y me dispuse a preparar otra jarra de café. Del de verdad. Miraba por la ventana en silencio mientras yo trabajaba, envuelto en su chaqueta de lana gruesa para protegerse de la nieve y del frío. La pregunta aún flotaba en el aire, pero sabía que debía aguardar. La paciencia era la clave con la mayoría de las personas: si les dabas el tiempo necesario, te contarían lo que quisieran. El resto ya llegaría después. 

Cuando hube dejado en la mesa las dos tazas llenas hasta arriba y un pequeño jarro de cerámica de cuello ancho lleno de azúcar y una cucharilla de plata, me miró. 

—Me preguntas si yo leo o releo. ¿Acaso hay alguna diferencia? ¿Eso importa?

Me encogí de hombros. 

—Hay quien dice que eso define a la persona. Que los que leen una vez y pasan de largo son gente apresurada, ambiciosa, poco detallista, mientras aquellos que vuelven con el tiempo a los libros leídos son, más bien, cuidadosos y perserverantes. 

—¿Tú compartes esa creencia?

—También he escuchado la contraria. Hay demasiado idiota suelto hoy en día. 

Él rió, aunque sus carcajadas se convirtieron pronto en tos, y en un nuevo carraspeo. Tomó un largo sorbo del café, que paladeó antes de continuar. 

—Cuando era joven, cuando tenía toda la vida  por delante y me creía inmortal y eterno por la falta de obligaciones, leía una y otra vez los mismos libros. Los del maestro. El resto los cambiaba e iba avanzando. Ahora historia, ahora terror, ahora más fantasía, ahora misterio. Pero todos los años, cada pocos meses, releía a Tolkien. Sobre todo la trilogía, pero a veces algunas otras de sus obras. Periodo estival, la navidad, la semana santa. Los releía una y otra vez, disfrutando de cada página, de cada texto. Era casi un mantra para mí. 

»Después, cuando pasó el tiempo, lo tuve que espaciar. Las horas libres cada vez eran menos y los libros nuevos, más. Llegó un momento en que ya no pude siquiera elegir. La lectura fue un vicio del que hube de prescindir, aunque rezaba por que llegase el momento en que pudiera volver a perderme entre algunas páginas. 

Su mirada se dirigió a la estantería superpoblada que había a mi espalda. 

—Tengo libros que he leído solo una vez y sobre los que jamás quiero volver a posar la vista. Te diría que desearía no haberlos leído, pero de todo se aprende, hasta de lo malo. —Especialmente de lo malo, pensé—. Alguno de esos merecería una revisión, lo sé, y muchos otros los recuerdo con especial cariño, pero la vida es breve y la lectura nos roba arena, y la arena es oro, y no he podido encontrar el momento adecuado para ello. Pero otros... Otros los he revisitado con adoración, con miedo por lo que estaba por venir, con alegría o con un sentimiento agridulce, pues en mi mente estaba lo leído. 

»Leer por segunda vez un libro, o por tercera, o por cuarta, supone que ya nunca irás a él con la mente blanca, pura. Sabrás qué está por suceder, quién sobrevivirá, quién no, cuál será la clave del misterio y quién el asesino. A veces, no obstante, el valor no reside en el qué sucede sino en el cómo se llega hasta ello. El camino a Ítaca, que decía Kavafis. Que esté lleno de aventuras y todo eso. —Movió la mano en el aire, como despachándolo, al tiempo que terminaba su café. 

—Así pues, yo leo y releo. Pero ¿qué te dice eso de mí? Esa respuesta os la dejo a los jóvenes. Tenéis la terrible manía de querer etiquetar y clasificar todas las cosas, a las personas y los comportamientos. Y yo solo soy un viejo cascarrabias que bebe café cuando le dejan y se contenta con leer sus libros. 

—¿Los nuevos o los viejos? —pregunté con una sonrisa. 

Él me la devolvió. 

—No hay nada nuevo bajo el sol. 


S.
17/08/2015

domingo, 9 de agosto de 2015

Oposiciones: El temario (2ª Parte).

Aprovechando que agosto es mes de vacaciones para todo el mundo en el universo de las letras, vamos a continuar hablando de las oposiciones, porque también es el mes en el que conviene organizarnos el curso que comienza de cara a las próximas oposiciones a las que nos presentaremos. Probablemente la mayoría de cosas que yo os cuente os suenen, o incluso ya las habréis hecho: estas son las primeras etapas del recorrido y a poca gente le pillará de nuevas. En cualquier caso, tanto para aquellos que se preparen por primera vez como para quienes ya llevan alguna convocatoria más, siempre es bueno repasar y preguntarse cómo se va a hacer esta vez. 

Hoy quiero hablaros del temario. Me diréis: "Sí, el temario. ¿Qué pasa con él? El del 93, salvo que cambien. Ahí están los títulos de los temas que tenemos que estudiar y preparar, nada más". Efectivamente, si no hay cambios, el temario que se emplea en el acceso a la función docente es el del 93, que podéis descargar en el enlace (ojo: puede haber cambios entre comunidades, comprobad siempre cuál es el temario de la comunidad en la que os vais a presentar; nota: si cambiase la legislación, ver final). El temario incluye 72 temas (de los cuales, en la última convocatoria de CyL, sacaron 4 para elegir 1) de ámbitos como la literatura, la lingüística, la teoría literaria, etc. 

Lo primero que debéis hacer es familiarizaros con ese temario. No solo hay que saberse los contenidos, sino también qué es lo que se espera que sepáis como opositores de LCyL. Imprimidlo, leedlo, ver las divisiones, las relaciones entre los bloques, conoced ese temario como la palma de vuestra mano. 

¿Por qué?

1. Conocer el temario os ayudará en el desarrollo del tema. Por supuesto, una vez sepamos el temario habrá que estudiárselo y, después, rezando por que nos caiga un tema de los preparados, habrá que desarrollarlo en el examen. Pero en nuestro caso, por ejemplo, uno de los criterios de evaluación de CyL para el tema era "2. Justifica la importancia del tema y expone sus repercusiones en el currículum". Yo este año elegí para desarrollar la prosa medieval, y este punto lo desarrollé en la conclusión: subrayé el hecho de que solamente se da literatura medieval en 3º de ESO y 1º de Bachillerato, aunque es posible tratar el tema también en 2º de ESO porque se estudian los géneros literarios, y después planteé dos actividades adaptadas al nivel de cada uno de los tres cursos (esto nos va a llevar a otra entrada posterior: la importancia de conocer la ley). Pero no solo es importante para eso: también nos va a servir de mucho conocer ese temario, dentro del desarrollo del tema, para explicar por qué o por qué no incluimos x información en el tema que estamos desarrollando. Por ejemplo: en el tema 37 (Los géneros narrativos) podemos explicar que los géneros narrativos no ficcionales (periodísticos, historia, ensayo, etc.) se relegan al tema 40, donde tienen una mayor cabida. Eso demuestra que conocéis el temario, la materia, y que habéis tomado una decisión madurada a nivel científico. Yo en mi examen, además, según iba explicando cosas del tema, las iba también relacionando con el desarrollo paralelo de la lírica y el teatro, haciendo referencia a los temas correspondientes. 

2. Conocer el temario os ayudará a estudiar. Un punto clave a la hora de preparar la oposición es decidir qué se va a estudiar. Son 72 temas. ¿Vais a llevar todos? ¿Mejor solo una parte? ¿Temas sueltos? ¿Un bloque completo? Las alternativas son muchas y muy diferentes, y probablemente nadie pueda deciros qué es lo mejor. Bueno, lo mejor es llevar 69 (todos salvo 3), porque así nos aseguramos de que al menos uno de los que salga os lo sabréis. El problema de eso es el tiempo: cuando se trabaja, y suele ser lo más normal, un año no es suficiente para estudiárselos todos (aunque se pueda), sobre todo si se tiene en cuenta que hay otras partes que se deben preparar en la oposición (programación, práctica, etc.). Entonces, para decidir qué se va a estudiar, como os decía, conviene conocerse el temario y sus relaciones lógicas, pero también conocerse a uno mismo: ¿qué se te da mejor: literatura o lengua?, ¿eres especialista en una materia concreta?, ¿qué es lo que más te gusta? Mi intención inicial, cuando comencé a preparar el examen, era llevar lo más posible, pero llevarlo bien preparado. Debo deciros que soy licenciada en Filología Clásica y Teoría de la Literatura, no en Hispánicas, por lo que en la mayoría de temas iba bastante in albis. Quería haberme leído el temario antes de empezar, pero opté por ver los títulos y los esquemas de los temas y, sobre eso, decidir. 

2. a. He sido durante tres años profesora de lingüística y es una de mis materias favoritas, y además la sintaxis española se me da muy bien. Adoro analizar. Como necesitaba y quería tener una base amplia para no cometer errores en las cosas básicas, decidí comenzar a leer desde el tema uno. Tenía un temario prestado, así que allá por septiembre/octubre empecé a leer el tema 1 y a subrayar. Leía tema y lo subrayaba, y me preguntaba: ¿me parece fácil?, ¿creo que podré estudiarlo como para defenderlo?, ¿es un tema que me permitirá lucirme? Esta última pregunta, aunque no lo parezca, es importante. Cuando un tribunal pasa una semana escuchando exactamente las mismas cosas, lo diferente, aunque poco, importa. Así, fui leyendo, eligiendo y descartando, y quedándome con las cuestiones clave incluso de los temas que no pensaba desarrollar. ¿Por qué? Porque siempre podría emplearlas de forma indirecta en el desarrollo del tema, o del comentario, o de la defensa de la PD. Era la base. Leí y trabajé hasta el tema 14, el sintagma nominal. (¡Ojo! Ahí aún no había estudiado-memorizado nada; personalmente creo que es un error estudiar en octubre, porque en junio no te acuerdas. Es mucho más provechoso trabajar en octubre, resumir, subrayar, releerlo más adelante, y seguir avanzando temas; dejar todo preparado para que, después de semana santa, en torno a mayo, solo te quede estudiar. No preparar más temas, no subrayar, nada: solo sentarte y estudiar). Había elegido 1, 4, 6, 9, 10, 12 y 13. Algunos los había dejado como dudas, por si a final de curso quisiera volver y elegirlos para estudiar, pero esos son los únicos que resumí a mano y dejé aparte. 

2. b. Cuando llegué al sintagma nominal y verbal me di cuenta de que no tenía la base necesaria como para trabajar esos temas en condiciones. Sé muchísimo de lingüística latina, pero no manejo para nada la terminología que se utiliza en hispánicas, no controlo la bibliografía, los autores, ni tampoco los conceptos. Leí los temas, pero haciendo balance vi que el tiempo que iba a tener que dedicarles iba a ser superior al rendimiento que obtendría. Así que decidí hacer un paréntesis y dar un salto en el temario. 

2. c. Como os decía, he estudiado también Teoría de la literatura y literaturas comparadas. Una de nuestras asignaturas de 4º fue Géneros literarios, y en ella tuvimos que preparar un dossier de los géneros, leyendo bibliografía y preparando algo así como un manual propio de estudio de los géneros: introducción a la genología, narrativa, lírica y teatro. Algunos compañeros optaron por fusilar los dossieres de otros años, pero a mí los géneros son un tema que me apasiona, y opté por trillar la bibliografía y preparar mi propio dossier. Gran acierto, porque llegado este punto en mi proceso de preparación me dije: "Bien, tienes ahí un material fundamental para los géneros y cuatro temas de géneros en el temario. Aprovéchalo", así que me imprimí los dossieres, les di un poco de caña y salté al tema 36 y preparé hasta el 39. El 40 lo dejé: nunca he estudiado ensayo y, aunque me gusta leerlo, a nivel teórico no sé nada, y los géneros periodísticos tampoco son santo de mi devoción, así que lo dejé. 

2. d. Es fundamental saber qué sabemos. ¿Por qué? Para ahorrar tiempo. En el temario hay un tema de fuentes clásicas, el 41. Por un momento me planteé prepararlo en plan genial, pero después me di cuenta de que ese tiempo podía dedicarlo a preparar otros temas y en este improvisar a partir de un esquema (y sobre los esquemas ya os hablaré el próximo día). Así, miré lo que ponía en el temario, no me gustó, y organicé un esquema más o menos completo con lo que yo desarrollaría si saliera ese tema en el examen (también hablaremos más adelante sobre cómo organizar qué se va a contar a un tribunal que está formado por profesores de instituto, sin ser demasiado fácil ni demasiado difícil). 

2. e. Utilidad: la siguiente decisión se basó en una cuestión de utilidad. El primer examen consta de un tema y de un comentario. Para hacer un buen comentario, hay que saber varias cuestiones básicas, entre ellas el género literario y la tipología textual. Los temas de géneros ya los había trabajado bien, así que, si ahora preparaba los de tipologías textuales y los del texto como unidad, tendría ocho temas desarrollados para el examen y una buena base para el comentario. Dos pájaros de un tiro, y así ahorramos tiempo. (Recuento: para entonces llevábamos resumidos 1, 4, 6, 9, 10, 12 y 13, 36, 37, 38 y 39, y 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, es decir: 19 temas. Más el esquema del mundo clásico. 

2. f. Elección personal: había que seguir preparando, así que, antes de saltar al gran bloque (habiendo dejado la parte de lengua, me quedaba la literatura), preparé varios temas más que me gustaban. Dejé los de comprensión y expresión oral y escrita (31 y 32), que no me convencían, y el 33, sobre retórica, del que preparé también un esquema para improvisar. Me centré en 34 (crítica literaria) y 35 (educación y didáctica literarias), que preparé con bibliografía, cosas de la carrera y con una gran dosis de aportación personal. En ambos temas cabe la posibilidad, y yo creo que es bastante recomendable, de presentar la postura personal ante el análisis literario y ante la didáctica literaria enfocada a la práctica docente. Los dos temas requieren una base teórica y técnica importante, pero admiten un punto extra en el desarrollo donde explicar (y poner ejemplos) de cómo se aplicaría lo dicho anteriormente. Son temas muy jugosos como para dejarlos de lado, y permiten lucirse bien. Pero hay que trabajarlos a conciencia (19 temas + esquema 41 + esquema 33 + 34, 35). 

2. g. La literatura. Mi caso particular era diferente del resto porque yo me he pasado años formándome, pero en un mundo distinto. Eso significa que he leído muchísimo, pero muy poco de literatura hispánica. Así pues, para mí el bloque del tema 42 al 72 era un gran vacío. Para solucionarlo hice dos cosas: en primer lugar, y desde muy prontito, empezar a leer. Cronológicamente miré los temas y esquemas de la literatura y empecé a leer desde la Edad Media. Por deformación profesional, estoy acostumbrada a leer no solo el texto, sino también sus introducciones, por lo que me estaba formando al mismo tiempo una opinión personal sobre cada obra y un pequeño dossier de datos, aunque solo lo que se me iba quedando. La segunda parte fue la preparación de temas. Empecé por la Edad Media y por el 42, la épica, porque es mi gran favorita. Adoro ese tipo de obras, así que me cogí un montón de manuales de literatura, manuales específicos y un par de monografías sobre el Cid y empecé a preparar. A estas alturas estábamos por mayo, así que dejé bien preparados y resumidos y redactados para estudiar el 42 y el 43, aunque en mis lecturas había ido algo más allá. Me habría gustado poder redactar más, pero era momento de empezar a estudiar, y un número final total de 25 temas me parecía que estaba bastante bien. Aun así, a esta preparación literaria hay que sumar la Programación Didáctica (elegí 3º de Eso, que incluye literatura de la Edad Media al XVIII, así que según iba preparando temas y unidades fui leyendo una selección de los autores más importantes). También, antes de empezar a estudiar literatura, dividí el temario en épocas, géneros y separé también por autores, por lo que sabía quién estaba en cada época y podía aprovecharme de mi cultura general. Pero no me gusta no ir preparada a un examen, así que, cuando me hube estudiado todos los temas que ya tenía, decidí seguir leyendo. No me daba tiempo a preparar en condiciones, pero sí a leer más obras, a ver los esquemas de los siguientes temas, a leer el temario ese feo y algún libro de texto y a preparar mis propios esquemas, sobre los que poder improvisar llegado el caso. Leyendo obras y temas llegué hasta casi el tema 51, aunque el bloque que más preparado llevaba era el medieval. Como dato os diré que en el examen, teniendo el bloque 23-43 bien preparado, salieron 44 y 45. Ya os contaré otro día mi esquema del tema para el examen y cómo salí de aquella. 


Como os he ido contando, conocer el temario es fundamental, porque os da una imagen general de qué es lo que podéis esperar a lo largo del curso. Esa es la materia de la que se os va a examinar, aunque de diversas maneras, y cada una de ellas habrá que enfrentarla de un modo diferente. Un tema para desarrollar requiere que sepáis mucho de épica medieval; un comentario de épica medieval requiere que os sepáis los rasgos fundamentales y otras cuestiones dignas de mención. Pero es algo obvio que preparar un tema de desarrollo os dará la base sobre la que trabajar en el resto de las partes. 

Mi consejo: conoced bien los temas, agrupadlos, relacionadlos, y decidid qué y cómo estudiar con cabeza. Decididlo pronto, desde ya, para que luego solo tengáis que trabajar. Empezar a estudiar a lo loco y cambiar de plan en Navidad supone tener medio año perdido. Tened en cuenta lo que os he dicho: la parte técnica (texto como unidad comunicativa y rasgos, tipologías textuales y géneros literarios) es una base fundamental del comentario, aunque luego en este os ocupe solo unas líneas, pero os permitirá esbozar las líneas generales técnicas y tener además una amplia cartera de temas "por si acaso". Pero no olvidéis que la gran base del comentario es la literatura: si no sabéis los rasgos de corrientes, autores, épocas, etc., estaréis muy en blanco a la hora de comentar. 

Todo no se puede, así que seguramente cada uno optéis por algo distinto del resto. En próximas entradas os contaré cómo fui yo enlazándolo todo, pero, de momento, trabajad en el temario. Id leyéndolo y pensando y, si queréis, podemos comentar cómo vais a hacerlo y darnos mutuamente ideas para mejorar y seguir con ello. 

Nos vemos pronto, 

S.


**Nota: como sabéis, la LOE ha cambiado y no sabemos qué va a pasar en próximas convocatorias. Se rumoreaba que cambiaría el sistema de acceso, pero por el momento lo que hay es el temario del 93. Trabajad sobre él y seguid estudiando. Si el día de mañana lo cambian a medio año, no desesperéis: normalmente suele ser un cambio de distribución, no tanto de contenidos, y podemos reordenar y seguir trabajando. Nunca será trabajo en vano. ¡Ánimo!

miércoles, 5 de agosto de 2015

Opositar: cuando miras al Abismo y este te devuelve la mirada. 1ª parte.


Este año ha sido, por fin, el año de las oposiciones. Desde siempre he sabido que quería dedicarme a la docencia, que eso de enseñar era lo mío. Compartir, ayudar a que los demás descubriesen por sí mismos, transmitir mi adoración por las cosas que enseño (y aprendo). No siempre fue mi primera opción, porque el camino ha sido largo y muy variado, pero, aunque el instituto ha variado en mi ranking de alternativas de futuro, la docencia sí ha permanecido estable en la cima y la etapa de Secundaria y Bachillerato me ha parecido siempre interesante. 

Esto, que parece una analepsis melancólica y personal, tiene mucha importancia para todo el que quiera presentarse a unas oposiciones, porque creo que no se trata de una decisión repentina, sino que debe ser un camino de larga distancia, una preparación a largo plazo. Y eso no significa pensar que vas a tardar años en sacar la plaza (que también puede suceder), sino que se trata más bien de empezar a prepararte lo antes posible para ir robándole tiempo al reloj. 

¿Qué hay que saber para prepararte unas oposiciones?

1. Hay un gran componente de suerte. Vas a hacer el examen un día. Un día cualquiera. De junio, probablemente. Eso significa calor, muchas horas en un aula, nervios, preocupación. A lo mejor ese día no estás en tu mejor momento, y a eso debes añadir que los temas que salgan no los va a decidir nadie, sino que saldrán de un bingo (¡adoro el bingo!). ¿Qué implica todo esto? Que va a haber una parte de tus oposiciones que no vas a poder controlar. Esto debes asumirlo cuanto antes, porque es algo inevitable. 

2. Pero... También hay un gran componente de preparación personal. Y esto se divide en varias partes, que es lo que conforma la oposición: 

a) El tema. Las oposiciones de Secundaria tienen un primer examen, que está formado por el desarrollo de un tema teórico (cada comunidad adapta el temario, ojo) y de un caso práctico, que comentaré en b). En mi caso, el temario tenía 72 temas, yo llevaba preparados unos 25 (la gran mayoría, redactados por mí), y los cuatro que cayeron no me los había preparado (son cuatro a elegir uno). ¿Veis? Eso es la suerte. Pero hay un 'pero'. No me los había preparado/estudiado/memorizado, pero sí había continuado preparando algunos temas más casi al final, cuando ya tenía todo lo mío bien estudiado, haciendo lecturas y organizando posibles esquemas, por si acaso saliera uno de esos temas, para poder hacer algo con él. Efectivamente, me tocó, entre ellos, la prosa medieval. No hice un tema de 10, pero sí me pude desenvolver de forma bastante adecuada, adaptándome a los criterios y cumpliendo los mínimos necesarios. De esto ya hablaremos más en detalle cuando hablemos de los temas. 

b) La práctica. Esta es la otra parte del primer examen. Ojo, porque varía entre comunidades. En Castilla y León solamente hemos tenido el comentario de todos los planos de un poema. En otras comunidades hay más de un texto, y se añade también sintaxis (y se rumoreaba que también fonética), así que hay que estar bien al loro y prepararse el tipo de práctica de la comunidad en la que te vas a presentar. 

c) La Programación. Para nuestras oposiciones hay que preparar (redactar) la programación didáctica de un curso académico donde se imparta la especialidad (1º-4º ESO y Bachillerato). Yo os recomendaría hacer algo propio, individual y personal, aunque deba incluir siempre las partes obligatorias. Ya os contaré cómo hice la mía. 

d) Las Unidades Didácticas. De las unidades didácticas que se incluyan en la programación, se defenderá una ante el tribunal (otra vez bingo :D). 

C y D conforman el segundo examen de la oposición, y de la media de las dos notas (tema+práctica y PD+UDs) sale la nota global de oposición. Los porcentajes también varían entre comunidades. Pero esto no es todo. 

e) Fase de concurso. Esto es lo complicado. En la fase de concurso se valoran los méritos que aporta el opositor, puntos que se suman a la nota de oposición (como nota de concurso) para dar lugar a la nota final. Ahí entran la experiencia docente, la formación académica y los cursos de formación (ojo, que estos no en todas las comunidades cuentan). El problema aquí es que los nuevos normalmente tenemos una gran carencia en experiencia docente, por lo que partimos ya con un hándicap que no tienen aquellos que llevan más años de interinos. ¿Cómo lo podemos equilibrar? Con las otras dos partes. Y por eso decía al comienzo que esto es una carrera a largo plazo. Hay que saber qué cuenta en estos puntos y tratar de tener tantos como sea posible. Cuentan los idiomas, los máster, los cursos, nota de la carrera, publicaciones... Eso hay que saberlo desde muy pronto y tratar de "rellenar", para que, en este caso, algo que depende únicamente de ti lo puedas llevar al máximo nivel posible. 

Como opositor, no puedes controlar cómo vas a estar el día del examen, qué tema te caerá o cómo será tu tribunal, pero sí puedes (y debes) tener tantos puntos como te sea posible para que, una vez hayas aprobado, se sume una cantidad alta que te catapulte al éxito. 

Hay que pensar en las oposiciones como una inversión de futuro. Será un esfuerzo enorme y supondrá renunciar a muchas cosas, pero la recompensa es también muy jugosa: un trabajo que te gusta y un trabajo de por vida, unidos en uno. Por eso hay que esforzarse, y esforzarse mucho. Hay que intentar que todas esas partes, las cinco, estén preparadas al 100% y, de no ser posible, al máximo nivel posible, y no rendirse. 

Poco a poco iré hablando de cada una de ellas, de cómo lo he preparado yo, de mi experiencia y de la experiencia de muchos otros compañeros con los que he recorrido este camino, de profesores que fueron opositores hace años y de todo lo que he aprendido en los últimos años. Espero que esto os sirva como me ha servido a mí y que os ayude a cumplir vuestros sueños. 

Nos vemos pronto,

S.