lunes, 14 de diciembre de 2015

José Carlos Somoza, un autor camaleónico

Me encanta descubrir nuevos autores. 

Perdonen, empecemos por el principio. Me encanta leer. Por desgracia, apenas tengo tiempo para hacerlo. Al menos no con el ritmo y en la cantidad que yo desearía, ni tampoco los géneros que son mis predilectos. Aunque, en realidad, lo que lea es lo de menos. El caso es leer, y eso me falta. 

Por eso, en cuanto atisbo un resquicio de *ocio*, ese gran desconocido, me agarro al libro que tengo en la mesilla y desaparezco. Sin hambre, sin sueño, sin cansancio. Alguna vez recientemente, para mi desgracia, me ha vencido el sueño, pero más por el exceso de negotium que por falta de calidad literaria. 

Pero me disperso. También me gusta escribir y tampoco tengo tiempo. El caso es que en el último mes, además de alguna que otra cosilla para mis pequeños padawans, he tenido la suerte de poder leer dos novelas que me han descubierto a un nuevo autor a quien, además, da gusto hablar. Coincidimos en la CylCon (Convención de Castilla y León de literatura fantástica, terror, ciencia ficción, etc.), que se celebró en Valladolid el fin de semana del 7 de noviembre, y nos trajimos para casa su última y más reciente publicación, Croatoan, y una novela que voy a regalar a uno de mis más mejores amigos y a la que nos enganchamos hace meses, cuando se publicó: La cuarta señal

Somoza es un autor polifacético y camaleónico. Demuestra su grandeza y su cultura en pequeñas dosis, en comentarios casi futiles que muestran su rostro como un destello fugaz en la noche y que se esconden después en tramas complejas y cuidadosamente elaboradas que convierten estas novelas en algo peligrosamente verosímil. Y es que si algún rasgo he encontrado en común entre las dos obras es esa credibilidad que debo otorgar a sus tramas. La capacidad del autor para generar un universo plausible, aun teniendo presente que su marco espacio-temporal y narrativo dista mucho de nuestra situación actual (si bien podría perfectamente darse). 

En el fondo, lo que esa capacidad esconde es una constante literaria y cultural que nadie puede negar: en realidad, no escribimos historias, sino que hablamos del hombre. De una humanidad de la que todos formamos parte y que habita en nuestro interior, en nuestra mente. Los libros somos nosotros. Y sospecho que la creación de un autor como Somoza, que en su currículum oculta conocimientos profundos de la psique humana, es deudora de dicha formación y a ella en gran medida se deben esas plausibles consecuencias. 

Distintas, sorprendentes, dos novelas que comparten autor y ese miedo a lo posible. Y un cambio. Interno y externo. Porque nunca puedes quedarte igual. La historia es, al mismo tiempo, lineal y cíclica, y el final es uno y muchos y ninguno. Pero, sin duda, algunos son, por creíbles, más terroríficos que otros. 

Croatoan es uno. La cuarta señal, otro. Quizá no sean más que una pantalla de humo con volutas de ficción. O tal vez no. Leed y descubridlo. 

S. 

jueves, 3 de diciembre de 2015

Trabajando

Trabajando

Cruje el asfalto bajo mis zapatos
Rotos, los semáforos son luces
Que apagan mi sombra y el sonido
Del silencio agota mis oídos.
No recuerdo el vago y ausente
Nombre nacido de un suspiro
Que ocupó mi mente,
Mi vacío, la noche.
Aletean alocadas las airadas alas
De una paloma de la paz
Ensangrentada y harta de luchar.
Sufren y lloran y callan y matan
Y vuelan lejos, lejos de mí.
Vomito versos vacíos de rima,
Bacante infame privada de dios,
Ni salta ni danza ni baila
Ni camina sobre cristales ya,
Ni Casandra ni Clío ni Erato,

Silencio en el corazón. 

S.