lunes, 26 de marzo de 2018

Entrevista: Caja de Letras

Hay quien dice que escritor se nace, que el ingenio es un don con el que algunas personas son obsequiadas en el momento de su llegada al mundo como si de un poder mágico se tratase, y esta es, en realidad, una cuestión que lleva siglos de debate en el mundo literario y de la cultura. Es el sempiterno enfrentamiento entre el ars y el ingenium, que decía Horacio: la técnica y el talento. 

A lo largo de la historia de la literatura, en la reflexión sobre la creación literaria y el polo de la autoría, ha habido corrientes que se han inclinado más por el talento, el genio innato, como elemento impulsor del autor, como, por ejemplo, el Romanticismo. La imaginación del autor y las musas serían las responsables de la escritura y de la genialidad de los autores y cargarían con todo el mérito artístico en el mundo de las letras (y las artes). Frente a esto, otras corrientes defienden la técnica como base de la genialidad de los autores, de manera que un escritor no nace, sino que se hace. La formación en poética, en retórica, en gramática..., serían los elementos que convertirían a cualquiera en un gran escritor. Pero, como bien sabía Aristóteles, in media virtus, por lo que ninguno de los extremos tendría la verdad absoluta. 

Para mí, al igual que para muchos otros, el mérito de la creación literaria reside de igual manera en ambos aspectos. La genialidad en el artista depende de su capacidad para tener buenas ideas, para desarrollar de forma innovadoras temas mil veces trillados, de presentar como novedoso algo ya caduco (pues ya se sabe, nihil novum sub sole). Pero las ideas no son nada sin las herramientas adecuadas para manipularlas. Y no se trata de saber qué es una metáfora o una aliteración, de ser capaz de usar bien las rayas de diálogo (de lo que os hablaré pronto) o de emplear un registro correcto de la lengua con sus tildes y su ortografía bien utilizadas. La técnica va mucho más allá de eso e integra los elementos de construcción del texto (estructura, construcción de personajes, temporalidad del relato, verosimilitud y coherencia interna, etc.) y los elementos de "adorno" (tradicionalmente llamadas figuras literarias o retóricas, pero también la gramática, la ortografía, la puntuación, la semántica, etc.). 

¿Es, entonces, difícil escribir? La respuesta a la pregunta es sencilla: depende. Depende de qué se quiera conseguir con dicha escritura. Depende de cuál sea el objetivo. Depende del nivel al que queramos llegar. Depende. Y de esa dependencia derivarán las decisiones que tomemos en nuestra labor creativa y en nuestra formación y desarrollo como personas y, en este caso, como profesionales de la escritura. 

La siguiente pregunta que asaltará a alguno revela la preocupación de quienes quieren escribir y publicar sus textos: ¿cómo consigo llegar a eso? ¿Qué se estudia para ser escritor? Y la respuesta ―no desesperéis― es: todo. Hay que estudiarlo todo. Lo primero, evidentemente, es conocer al dedillo la lengua en la que vas a escribir. Al igual que un músico su instrumento, debes conocer y ser capaz de jugar con los significados, con los recursos que el lenguaje te brinda para transmitir las ideas que en tu mente suenan a gloria pero que, en el papel, se diluyen como arena en la playa. Y con la lengua bien aprendida, hay que leer. Leer, leer y leer, de todos los géneros, de todos los autores, de todos los temas, porque los libros son nuestro mejor maestro. Pero no son el único, y de eso os quería hablar hoy, de los otros maestros. 

Uno de los recursos con que cuentan quienes quieren escribir hoy en día son los Cursos de Creación Literaria. Voy a centrarme aquí en los de narrativa, puesto que la lírica, como género, va siempre por otros derroteros, del mismo modo que hace el teatro, y es que mayoritariamente escribimos, y queremos escribir, novelas y relatos. Como los grandes. Enseñar la teoría sobre la escritura, entregar las herramientas necesarias y pulir el estilo de un escritor que empieza o que quiere mejorar su obra es una tarea difícil, por lo que es costoso encontrar un curso que se adapte a las necesidades creativas de cada uno, y más aún cerca de nuestro domicilio (gracias a las redes sociales y a Internet por las pequeñas cosas), así que voy a recomendaros uno de ellos. 

A la hora de elegir un curso de narrativa, donde dejaremos nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestro esfuerzo, hay varias cosas que tener en cuenta: quién lo imparte, cómo lo imparte y qué es lo que imparte. Por tanto, fijaos en sus profesores, en su método y en su programa de trabajo. Caja de Letras (anteriormente Factoría de Autores), dirigida por Concepción Perea, cumple con los tres requisitos que os ponía más arriba. Sus profesores son autores consagrados, por lo que no solo hablan desde su formación profesional, sino también desde su experiencia en el mundo literario; su método es flexible y personalizado, de manera que el rendimiento que se puede obtener es máximo; y su programa abarca los puntos básicos para introducirse en el mundo de la narrativa de forma teórica y, lo más importante, práctica. 




Para celebrar su quinto aniversario, Caja de Letras cambia de nombre y de imagen, y va a traernos próximamente un montón de sorpresas, así que les hemos pedido que nos hablen un poco de ellos, de sus cursos y de todo lo que pueden ofreceros, que es mucho. Os dejamos con la entrevista. 





En primer lugar, muchas gracias por dedicarnos parte de vuestro tiempo y responder a nuestras preguntas :) Caja de Letras nace con la idea de corregir ciertos errores en la enseñanza de la narrativa. ¿Qué es lo que os diferencia de otras escuelas de narrativa? ¿Cuál es vuestro objetivo principal?

Caja de Letras: Uno de los rasgos de los que nos sentimos más orgullosos es la cercanía. Nuestros cursos son on-line y queremos que los alumnos no sientan que eso es una barrera a la hora de aprender. Por eso nuestras clases son videoconferencias en directo, para que puedan participar y preguntar como si estuvieran en un aula presencial.

Nuestro objetivo principal es el de ofrecer una formación de calidad. Por supuesto intentamos que los alumnos se sientan a gusto y lo pasen bien, pero eso es un medio para conseguir un fin: que mejoren su técnica y aprendan herramientas que les sean útiles a la hora de escribir.

PPL: Una de las peculiaridades de vuestra oferta es la gran variedad que esta alberga. Se incluyen cursos genéricos, como el de guión de cine o el de Narrativa, pero también concretos, como el de novela negra, novela erótica o novela fantástica. ¿Cómo decidisteis sobre qué queríais formar a los escritores noveles?

CdL: Normalmente nos guiamos por dos criterios, el primero es ¿tenemos un buen profesor que pueda dar este curso? Y el segundo es el interés del alumno. Pero lo primero es averiguar si tenemos un profesor a la altura del curso, para nosotros es vital anteponer la calidad a cualquier otro criterio.

PPL: Entre vuestros cursos, como comentábamos, destaca la continuidad de Narrativa I en Narrativa II. ¿Son cursos complementarios o se trata, más bien, de una ampliación? ¿Suelen continuar vuestros alumnos con la segunda parte del curso?

CdL: Para nosotros, Narrativa siempre ha sido un itinerario de dos años. En Narrativa I vemos las bases de cada uno de los aspectos principales de la teoría y la técnica narrativa, desde la planificación, la creación de personajes y tramas al trabajo de descripciones, diálogos y acción. El alumno termina el curso con una visión completa de la práctica narrativa. En Narrativa II, con la base teórica ya asentada, profundizamos sobre todo en los aspectos técnicos y preparamos al alumno para que sea capaz de enfrentarse a la escritura de cualquier género con soltura.

Creemos que esta aproximación ayuda a que los conocimientos se asienten mejor y permite que los alumnos no pierdan la visión de conjunto, que se pondría en peligro si dedicáramos varios meses a un solo aspecto del temario.

En general, la mayoría de los alumnos que terminan Narrativa I deciden continuar con Narrativa II, especialmente aquellos que sienten la inquietud de lanzarse a escribir una novela.

PPL: Una duda que suele acometer a los posibles alumnos a la hora de escoger un curso de este estilo es el programa que se va a impartir. ¿Cómo seleccionáis los contenidos para cada uno de ellos?

CdL: Nuestro principal criterio a la hora de seleccionar el contenido es que resulte útil en la práctica narrativa. Aunque evidentemente tomamos elementos de la teoría narrativa más académica, siempre intentamos mantener la perspectiva de la ejecución. Por ejemplo, resulta muy interesante conocer los tipos de narrador que pueden utilizarse, pero no nos limitamos a enumerarlos, enseñamos a los alumnos cómo usar cada uno de ellos.

PPL: Además de los cursos dirigidos especialmente a la creación literaria, muy pronto vais a entrar en el mundo de la corrección. ¿Cómo decidisteis ampliar vuestra oferta en esta dirección?

CdL: La autopublicación es algo cada vez más habitual. Nosotros solemos insistir mucho en que para lograr un manuscrito de calidad no basta con una buena historia, también tiene que estar bien escrito desde punto de vista ortográfico y gramatical.  Defendemos la figura del corrector, pensamos que es vital para el negocio editorial. Así que creemos que la formación en este campo ayuda mucho, tanto a quien desea autopublicar como a quienes quieren presentar sus manuscritos a una editorial. Evidentemente un material profesional tiene que estar bien acabado en todos los sentidos, por eso hemos creado este curso.

PPL: La finalidad que persigue todo curso (en este caso, de narrativa) es el aprendizaje y la mejora personal en algún campo, pero todo alumno que se precie buscará, además, conseguir un adoptante para sus primeros escritos. ¿Cómo les va a vuestros alumnos cuando salen con sus textos al mundo real?

CdL: Muchos de ellos han llegado a publicar, tanto en solitario, como Carmen Romero o Nieves Muñoz, como en distintas antologías como “Ácronos”, “Grimorio 13”, “Alucinadas”, etc. También han ganado distintos certámenes. Otros trabajan para el mundo editorial en otros campos y se han convertido en correctores o traductores, incluso editores, como es el caso de la editorial Carlinga.

PPL: Como última cuestión, ¿qué les diríais a nuestros lectores para que se animen a apuntarse a alguno de los cursos el próximo año?

CdL: Que si, además de aprender técnica y teoría narrativa, quieren formar parte de una pequeña comunidad de escritores, donde nos esforzamos por promover el respeto, la comunicación y la relación entre los alumnos, si quieren descubrir un espacio donde poder expresarse con libertad y poner a prueba sus habilidades como escritores, en Caja de Letras tenemos la puerta siempre abierta.

Muchas gracias por vuestro tiempo y os deseamos buen camino y buenas letras en esta nueva aventura :)

No olvidéis visitar su página web y su blog, y estad atentos a novedades y cursos, que bien lo merecen. 

S.

jueves, 22 de marzo de 2018

La Poesía y yo

Ayer fue el día mundial de la Poesía, y mi intención era compartir en Twitter mis dos poemas favoritos, de los cuales tengo un par de versos tatuados, pero al final se me olvidó. Esta vida trepidante que llevamos, unida al agotamiento que me produce el alien que crece en mi barriga, hizo que me acordase rozando la medianoche, así que me quedé con las ganas de compartir. 

Pensando en ello, además, caí en la cuenta de que la poesía y yo hemos tenido siempre una relación muy especial de la que no he hablado nunca en el blog, y me pareció una forma interesante de presentaros dos poemas que para mí representan dos aspectos esenciales de mi vida.

La literatura se divide en tres grandes géneros: narrativa (novelas, cuentos, leyendas, mitos...), teatro (drama, comedia, tragedia...) y lírica, comúnmente llamada poesía. Este último género se caracteriza por tratar los temas con especial atención a las partes emocionales, con un gran cuidado formal y por la subjetividad que inunda sus líneas. Se puede escribir en verso o en prosa (véase la prosa poética) y se han buscado innumerables rasgos que lo caractericen y lo aparten de sus dos géneros hermanos desde su reconocimiento como género literario casi al final de la Edad Media. 

A pesar de lo que os acabo de contar, cuando pienso en poesía, siempre viene a mi cabeza el verso, y la cantinela que durante años repetí de: "a mí la poesía no me gusta". Falsa y cierta a la vez, esa afirmación implica que nunca he comprado un poemario para leer motu proprio, porque soy una lectora de historias. Cuanto más largo y más complejo el libro, más lo disfruto, y los poemas son pequeñas piezas de arte que hay que degustar de otra manera. 

Hoy, con la edad, la formación y la experiencia, os diré que la poesía me gusta. Que me encanta. Pero solo cuando la leo porque me apetece, algunos poemas sueltos y algunos autores concretos. Teniendo en cuenta la naturaleza del género, a nadie debe sorprender que os diga que esos son los poemas que me llegan, y que no tienen por qué ser iguales para todo el mundo. 

Por mi trayectoria he leído muchísima poesía clásica: Horacio, Ovidio, Catulo, Virgilio; y más recientemente, española: Machado, Alberti, Lorca... De los primeros tengo mucho más dominio y, además, la inmensa suerte de poder leerlos en su original, que eso no tiene precio. Las reminiscencias de la lengua latina permiten paladear versos eternos de una sublimación que cuesta volver a encontrar en la historia de la literatura. Pero también los modernos me han cautivado y han encandilado mis oídos de lectora de cuentos. Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla. Y muchos más. 

Si alguno hubiera de elegir de entre todos los poemas que nos han brindado las musas, este sería el primero (Horacio, Liber carminum III, 30): 

Exegi monumentum aere perennius
regalique situ pyramidum altius,
quod non imber edax, non Aquilo inpotens
possit diruere aut innumerabilis
annorum series et fuga temporum. 
Non omnis moriar multaque pars mei
vitabit Libitinam; usque ego postera
crescam laude recens, dum Capitolium
scandet cum tacita virgine pontifex. 
Dicar, qua violens obstrepit Aufidus
et qua pauper aquae Daunus agrestium
regnavit populorum, ex humili potens
princeps Aeolium carmen ad Italos
deduxisse modos. Sume superbiam
quaesitam meritis et mihi Delphica
lauro cinge volens, Melpomene, comam. 

He erigido un monumento más perdurable que el bronce
y más elevado que las regias pirámides,
el cual ni la lluvia voraz ni el Aquilón desbocado
podrán derruir ni una incontable
serie de años y el paso del tiempo. 
Del todo no moriré y gran parte de mí
evitará a Libitina; por siempre yo viviré
renovado por loas futuras, mientras al Capitolio
ascienda con la callada virgen el Pontífice. 
De mí se dirá que fui, donde violento resuena el Áufido 
y allá donde el pobre en agua Dauno reinó
sobre pueblos agrestes, el primero en traducir, de humilde
a poderoso tornado, al latín poemas en eolios. Reconoce mi nivel,
ganado por mis méritos, y cíñeme de buen gusto, Melpómene, 
la corona de laurel de Delfos.

Siglos hace que no traduzco del latín, ni que lo leo, y lo mucho que lo echo de menos. Por su sonido, por su gramática, por su significado, y por todo lo que me trajo en un momento de mi vida en que no era más que agua y barro aún dispuestos para modelar. Quien conozca este poema (y a mí, por ser más exactos), entenderá el tatuaje. Porque las palabras sobran.

Del segundo, una imagen, nada más. 


S.