jueves, 5 de abril de 2018

Píldoras gramaticales II. La coma del vocativo

Si tuviese que elegir un título menos claro -pero más poético- para esta entrada, escogería "Hilando fino", porque este es un error muy, muy habitual en la escritura (y en la literatura) y, al mismo tiempo, uno muy difícil de detectar. He llegado incluso a leer publicaciones de gente que se dedica a la docencia (bien general, bien específica de lengua española o de creación literaria) o a la corrección (ortotipográfica) que incluían este error, y eso me quita la confianza en el mundo. Os estoy hablando del vocativo. O, más concretamente, de la coma del vocativo


El vocativo (lat. vocativus) fue en latín un caso de la declinación que marcaba explícitamente la función apelativa en el lenguaje. En español lo hemos heredado con exactamente el mismo uso, por lo que el vocativo es una expresión nominal que se utiliza (¡oh, sorpresa!) con función apelativa, es decir, con la intención de llamar la atención de alguien o algo. Por ejemplo: 

"Andreíta, cómete el pollo". 
"¿Has puesto la mesa, Juan?". 
"Niño, no me toques los cojones". 

Como podéis ver, los tres sustantivos (dos nombres propios y uno común) que hay marcados en negrita en las oraciones llaman la atención de quien recibe la oración que los acompaña. Esta oración puede tener valores diferentes: en el primer ejemplo, es una orden (oración imperativa); en el segundo, una pregunta (or. interrogativa); y en el tercero, una advertencia (or. ...mmm... admonitiva). Además, el vocativo puede ir colocado al comienzo de la oración o al final. O en el medio, al gusto del consumidor. Fijaos en cómo suena el cambio de posición: 

"Niño, no me toques los cojones". 
"No me toques los cojones, niño". 
"No me toques, niño, los cojones". 

En la primera oración, el hablante hace hincapié en que el niño escuche lo que le va a decir (y obedezca, por su bien). En la segunda, la atención se centra en la orden más que en la persona que la recibe. En la tercera, sin embargo, aunque el sentido es el mismo que en las dos anteriores, la inclusión del vocativo en medio de la oración separando el verbo y su complemento (CD) hace que suene más poético, porque cambia el orden lógico de la oración. (No os voy a dar mucho la vara con esto, son el tópico y el foco, pero con lo que os debéis quedar es con que la posición de un elemento en la oración cambia el matiz de esta). 

Hasta aquí todo el mundo estará de acuerdo, mis queridos lectores, en que identificar un vocativo es muy sencillo, pero hay algo que tenéis que recordar: EL VOCATIVO VA ENTRE COMAS. Siempre. No hay excepciones a esto. Da igual que lo pongáis delante o detrás (y en este caso, lleva solo una) o que esté situado en medio de la oración (en cuyo caso, lleva dos, una de apertura y una de cierre): el vocativo es un complemento oracional especial y tiene que ir siempre separado por comas del resto de la oración. Esto significa que cosas como: *"Sí señor" son errores gramaticales (correcto: "Sí, señor"). 

La principal dificultad que entrañan estas comas es saber reconocer el vocativo cuando su función apelativa no es tan clara. Con los nombres propios es fácil: si el nombre propio es el sujeto, no lleva coma; si no es el sujeto, sino que se está llamando a esa persona, sí la lleva. El problema viene con los nombres comunes, así que hay que estar muy atento para no cometer un error bien gordete al omitir la coma del vocativo. 

Ojo: esta es una coma gramatical, un elemento de puntuación que responde a cuestiones gramaticales, no fonéticas. No se pone porque en la cadena hablada hagamos una pausa (que, por otro lado, hacemos), sino porque a nivel gramatical tenemos que marcar la separación de este complemento. 

Podéis leer un poco más de información y ver más ejemplos aquí. Es la entrada de 'coma' del Diccionario Panhispánico de Dudas, en el apartado 1.2.3.

Mucho ánimo y no desesperéis: las comas son vuestras amigas. 

S. 


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