domingo, 13 de mayo de 2018

Las tres muertes de Fermín Salvochea

Esta navidad, en previsión de que iba a tener mucho tiempo para leer en los siguientes meses (y de que nadie iba a regalarme nada porque bebé), encargué a Papá Noel y los Reyes Magos varios libros de géneros diversos de los que, curiosamente, solo uno era de un autor varón. Ya lo he comentado alguna vez, y es que este año, a raíz del movimiento de #Leoautorasoct, me he encontrado leyendo obras de mujeres por una mezcla de casualidad y causalidad que ha dado lugar a opiniones como esta

Nunca me había planteado nada sobre el sexo o género de quien escribía las novelas que me he echado a la espalda a lo largo de mi vida, pero cierto es que el mercado sí preselecciona, y que las mujeres ocupan un segundo plano (o, al menos, lo han ocupado) con respecto a sus compañeros literatos, así que, sencillamente, desde hace unos meses para acá en casa entran muchas más autoras que autores (de hecho, en mi siguiente pedido, el patrón se repite: cuatro libros, tres autoras y un autor). Y no se trata de una cuestión de discriminación positiva, ojo: la realidad es que son libros con los que me he topado y que estoy deseando leer, como podrían serlo otros. 

El caso es que, estando en casa desde Navidad, no he terminado de leer el susodicho libro hasta después del parto (ooooooooooooooh..., hay vida después del parto. Pero poca). Lo empecé dos veces, porque le tenía muchas ganas y, además, las opiniones en RRSS lo ponían por las nubes, pero me daba la sensación de que el nivel de exigencia intelectual por su narrativa iba a ser alto (bienaventurados aquellos libros cuyas frases tienen más que un sujeto, verbo, CD) y mi neurona de preñada no era capaz de seguirle el ritmo, así que lo dejé. Dos veces. También lo he dicho mucho: el timing, esa elección del momento justo, es esencial, y los libros deben llegar cuando deben llegar, ni pronto ni tarde. Como los magos. 

La novela en cuestión es Las tres muertes de Fermín Salvochea, de Jesús Cañadas, publicada en Roca Editorial. Es lo primero que he leído del autor, así que no puedo juzgar su escritura ni su estilo más que por esta obradear novela, que me ha fascinado de principio a fin. 

La novela comienza así: 



En marzo de 1873, recién instaurada la Primera República, Fermín Slavochea tomó posesión del cargo de alcalde de Cádiz. Siguiendo su espíritu anarquista, adoptó una serie de medidas polémicas que le granjearon la simpatía de los pobres, al tiempo que la animadversión de las clases pudientes y del clero. Una de esas medidas fue el desahucio del Convento de la Candelaria. 

Esto es Historia. 

El resto de lo que contienen estas páginas podría no serlo




Inmersa entre sus páginas y cautivada desde el mismo inicio, me ha resultado una obra muy difícil de clasificar por lo fascinante de su composición. Como diría Shrek, es una obra-cebolla, porque tiene muchas capas. Y la urdimbre de todos esos niveles, tan distintos y distantes, es lo que le otorga calidad a una novela que se encuentra a medio camino entre la histórica y la fantástica, aderezada con aventuras y tintes policíacos que, como dice Antonio Torrubia en la recomendación de la contra, la convierten en un "tour de force a caballo entre Los Goonies y Penny Dreadful". 

Para mí, de todos ellos, quizás el nivel más relevante sea el histórico. El trasfondo que Cañadas emplea y recrea no solo es verosímil, sino que nos traslada en cuerpo y alma al Cádiz de finales del XIX y principios del XX. Recuerda a grandes novelas históricas de tiradas nacionales, traducciones internacionales y superventas (y sorprende que esta novela aún no haya alcanzado tales cotas), con un tono profundo, potente y muy bien documentado, hasta el punto de incluir un glosario de términos gaditanos que ayudan a entender mejor el deje del sur que tienen los protagonistas. 

Directamente entroncadas con esa realidad castiza de nuestro Cádiz decimonónico están las pequeñas perlas escondidas que el autor va dejando en boca de personajes como Candela, con sus incipientes críticas a un machismo y a una sociedad patriarcal que aún perdurará muchas décadas más en el tiempo, sus críticas (y también de Bigote) a una Iglesia anclada en el pasado que no ostenta más que pecados disfrazados de beatería, y las quejas de una sociedad que avanza hacia el capitalismo, cínica e hipócrita, donde el rico desprecia al pobre y olvida que la muerte no hace diferencias según el dinero que hay en la bolsa. 

De este modo, el elemento histórico, que debería funcionar como trasfondo, como el escenario donde se desenvuelven los memorables personajes de la novela, se convierte en un personaje más, un Cádiz con personalidad propia cuya historia despierta el interés del lector al margen de la intriga que ocupa el centro de la scaena y la luz de los focos. 

A medida que iba avanzando en la lectura, me costaba creer que el elemento fantástico fuese cobrando tanta importancia y, al mismo tiempo, se fuera fusionando con la realidad hasta hacernos pensar que cuantos acontecimientos se nos narran han llegado directamente de los libros de historia. Unos libros que han decidido ocultarnos que, entre nuestros ilustres figurantes, se encuentra una especie de Van Helsing español o, más correctamente hablando, un nuevo Abraham Lincoln Cazavampiros afincado en suelo patrio. 

Y no puedo cerrar esta reseña sin hablar del drama humano de los protagonistas, unos chavales que rozan la adolescencia y que, sin quererlo, se verán obligados a saltársela de golpe, madurar y enfrentarse a la vida adulta antes de tiempo. Sebastián, Candela, el Pani y Julieta nos mostrarán el mundo a través de unos ojos aún ingenuos, pero teñidos de cruda realidad, y se convertirán en guías y compañeros hasta el final. El final. 

Leed hasta el final. Porque el ritmo irá aumentando y, cuanto más avancéis, tanto más os costará dejar de leer y quedaros con la intriga de qué vendrá después, qué pasará, quién y cómo y por qué. Mención especial a Edgardo Poe & Cía, cuya historia personal me ha generado curiosidad y me ha dejado con las ganas de saber si había más detrás de su figura. 

Sin duda una novela recomendable y un acierto en composición y escritura. De cabeza a mis favoritas. 

S.

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